ANATOMÍA Y METAMORFOSIS DEL TIEMPO Y DEL OTRO – COVID19

Estrella Betech

02/05/2020

El tiempo es un concepto que siempre ha llamado mi atención por ser tan abstracto, pero a la vez tan concreto y necesario en la vida del ser humano. El tiempo nos define, nos ordena, nos estructura, lo necesitamos para organizarnos y para saber cómo distribuir nuestras actividades a corto, mediano y largo plazo. Cuántas veces no hemos escuchamos decir que el tiempo es el mejor remedio para curar todos los males, pero como bien dice Mario Benedetti: “Cinco minutos bastan para soñar toda una vida, así de relativo es el tiempo”.

Pienso que la relatividad del tiempo está íntimamente ligada al mundo inconsciente y que sólo por el hecho de involucrar al inconsciente es un tema que nos compete explorar como psicoanalistas y psicoterapeutas, más aún en los tiempos que estamos viviendo. Así como tenemos la certeza de la muerte, en el mundo del psicoanálisis tenemos la certeza de que en el inconsciente, la noción del tiempo no existe. El inconsciente es atemporal y una de las consecuencias de este hecho, es que algunos de nuestros recuerdos, vivencias, experiencias y memorias pueden sufrir graves desfiguraciones, por lo que pueden llegar a tornarse confusas o borrosas o, como bien sabemos, se pueden evaporar para siempre bajo el poder de la represión.

Fue justo el discurso de mis pacientes en sesión durante la cuarentena lo que me obligó a darme cuenta bruscamente de que la noción del tiempo con la que tanto nos habíamos acostumbrados a vivir, había cambiado radicalmente en estos últimos meses. Me daba la impresión de que el tiempo había adquirido otra significación, otro tinte; había sufrido una metamorfosis. Esta es la razón por la que escribí este texto.

Si bien la aparición del covid-19 ha producido múltiples modificaciones y transformaciones del tiempo en la vida psíquica de las personas, quiero hablar de un aspecto del tiempo que pienso, se ha visto trastocado y que, con toda evidencia sólida, parece jugar en nuestra contra: El aumento de tiempo libre del que hora disponemos en nuestra vida diaria.

Si lo pienso detenidamente, el tiempo no se hizo nuestro enemigo cuando supimos que teníamos que permanecer encerrados en casa, porque de alguna manera sabíamos que tenía que ver con nuestra supervivencia, y ¿qué hay más humano que intentar sobrevivir? La ecuación es simple: Sabemos que si salimos de casa, tenemos altas probabilidades de contagiarnos, de contraer un virus letal y morir o enfermar gravemente.

Siguiendo esta línea, es claro que el tiempo adquiere un significado que tiene que ver con la supervivencia, con la capacidad de adaptación. Como decía Charles Darwin (1859) en el “Origen de las especies”: El que sobrevive no es el más fuerte ni el más inteligente; el que sobrevive es aquel que se puede adaptar; y en este caso si queremos sobrevivir o no enfermar gravemente, tenemos que adaptarnos a la nueva cantidad de tiempo de la que ahora disponemos debido a la cuarentena impuesta como medida de alta seguridad.

Entiendo que para la gran mayoría el encierro y todo lo que implica el covid-19 ha tenido una terrible significación y que ha sido provocado enormes montos de angustia. Entiendo también que para muchos está siendo una experiencia traumática porque aparte de la vivencia real, inevitablemente conduce a la activación de ciertas huellas mnémicas inconscientes que se resignifican en el presente y se conjugan con los estímulos que ahora parecen determinar nuestra vida: el encierro, la enfermedad y la muerte. “estamos viviendo algo parecido a una guerra” escucho decir a mucha gente.

De ahí la importancia de la primera teoría del trauma en Freud en donde propone dos tiempos en que éste sucede. Lo describe en diversos textos como: en “El proyecto de psicología” (1895-1950), “La herencia y la etiología de las neurosis” (1896), las “Nuevas puntualizaciones sobre la neuropsicosis de defensa” (1896) y “La etiología de la histeria” (1896), en donde sólo es en el segundo tiempo que el evento/experiencia se vuelve traumático. Es en el a posteriori, porque es justo ahí, con la entrada de la sexualidad genital, que se resignifica. Se vuelve traumático porque hubo algo del exterior, del presente, un estímulo, una sensación, una imagen, algo que escuchamos o tocamos o que olemos, que contacta con las fibras más delicadas de nuestro interior (huellas mnémicas), de nuestro inconsciente y lo traumático se pone en movimiento. No hay nada que pueda impedir ya su paso al preconsciente y sabemos cuál es el desenlace: patología, síntomas, melancolía y angustia en todas sus presentaciones, etc.

El covid-19 no solo es traumático en lo real, sino que para muchos reactiva traumas de antaño que parecían estar soterrados para siempre, pero que de pronto sus fantasmas reaparecen y entonces el encierro, la enfermedad y la muerte adquieren otra significación, una significación tan dolorosa (porque la angustia es dolorosa) que puede ser vivida verdaderamente como el infierno en vida. Para muchas personas la realidad se convirtió en una experiencia completamente ominosa y terrorífica. Pero todo tiene dos caras ¿no?

Para algunos otros, el encierro ha sido resignificado en términos de una oportunidad. Un campo fértil, una zona vacía lista para ser colmada de los productos que pueden nacer de nuestra creatividad, de nuestra fantasía, de nuestra imaginación, que ahora más que nunca gritan por ser explotadas. En términos de Winnicott (1951), para muchos el encierro ha sido una especie de “espacio transicional” que les ha permitido crear, jugar, innovar y, aprender cosas nuevas que no hubieran hecho en su vida anterior a la pandemia, justamente por falta de tiempo. Si pienso en esto, considero que no todo es negativo en esta mutación que sufrió el tiempo.

Sobre esto tenemos una ventaja y es justamente por esta ventaja que el tiempo no se convierte en nuestro enemigo. La ventaja radica en el campo fértil que se abre ante nosotros gracias a la mayor cantidad de tiempo de la que ahora disponemos para que pueda emerger la creatividad. Porque como bien sabemos por Freud y Bion: de la frustración nace la fantasía y el pensamiento. Por su parte, McDougall (1998) también aporta algo importante en relación con la creatividad y nos dice:

La creatividad implica un cierto monto de violencia considerable; esto genera muy a menudo experiencias intensas de angustia y culpabilidad. A parte de la intensidad y la fuerza de la pulsión creadora en sí, el creador cae en la violencia porque reúne toda su energía para imponerlo en el mundo exterior. No sorprende entonces que el acto creador se acompañe a menudo de una carga de angustias y conflictos psíquicos. “Mis observaciones clínicas me han llevado a pensar que la creatividad se origina en el cuerpo erógeno; refleja la manera en que él se representa psíquicamente y en que las funciones somáticas han sido estructuradas en la infancia.” (p. 90)

Pensando en esto recordé un artículo que había leído de Thomas H. Ogden titulado “On psychoanalytic supervision” (2005). En el texto, se resume la experiencia del autor como supervisor clínico analista desde tres frentes: el teórico, el clínico y el histórico-contextual. Ahora, uno de los apartados del artículo se titula: “Sobre la importancia de tener tiempo para perder” (On the importance of having time to waste, p.1272). En este apartado, Ogden nos cuenta una experiencia que tuvo con uno de sus supervisandos, y llega a la siguiente conclusión:

La sensación de tener todo el tiempo del mundo, de tener tiempo que perder, en mi mente, es un elemento necesario del contexto emocional para que surja un tipo de pensamiento asociativo en el espacio de la supervisión analítica. (trad. personal)

Winnicott, en “Realidad y juego” (1971) también habla de un potencial creativo y cómo es necesario que surja justamente de la nada, es decir, que es necesario que haya un espacio psíquico libre, amplio, disponible y fértil (así me imagino yo el espacio transicional) en donde se pueda permitir la aparición del gesto espontáneo, un espacio que pueda permitir al verdadero self mostrarse, sin miedo. Y habla de la aparición de la creatividad como algo que no se puede tomar a la ligera, dice:

Lo que hace que el individuo sienta que la vida vale la pena de vivirse es, más que ninguna otra cosa, la apercepción creadora. Frente a esto solo existe una relación con la realidad exterior que es relación de acatamiento; Se reconoce el mundo y sus detalles, pero sólo como algo en que es preciso encajar o que exige adaptación. El acatamiento implica un sentimiento de inutilidad en el individuo, y se vincula con la idea de que nada importa, que la vida no es digna de ser vivida. En forma atormentadora, muchos individuos han experimentado una porción suficiente de vida creadora como para reconocer que la mayor parte del tiempo viven de manera no creadora, como atrapados en la creatividad de algún otro, o de una máquina (pp. 93)

Como lo dije anteriormente, creo que el tiempo no se volvió nuestro enemigo por el aumento en la cantidad del que ahora disponemos. La realidad es que el tiempo se convirtió en nuestro enemigo en el preciso momento en que nos vimos obligados a cambiar la cantidad de tiempo que pasamos con las personas con las quienes compartimos un techo, porque después de todo: “quedarte en casa salva vidas”.

El evadir la realidad que se vive en familia, en pareja o con compañeros en la vida cotidiana, con la pantalla perfecta de una vida ocupada, se terminó y las cosas se empezaron a poner feas. Ya no hay el famoso pretexto de “Voy a regresar después de las 12 porque tengo mucho trabajo, no me esperes despierto” o “¡Uy! me encantó verte hoy, pero lástima que no tengo más tiempo para quedarme a platicar”, o el de “Mi amor se me olvidó decirte que tenía una cena de trabajo, voy a llegar tarde”.

Ya no hay pretexto para visitar a la amante, o para salir a ver a tus amigos porque ya no soportas a tus papás o a tu pareja. Tu vida se redujo a la convivencia de las personas con las que vives y no solo eso, ahora tendrás que convivir con ellas durante algunos meses por muchas horas, porque no te queda de otra. Esto se volvió un asunto de sanidad pública, con protocolos de seguridad mundialmente establecidos que no podemos evadir. QUEDATE EN CASA. el mensaje es claro. Yo no sé ustedes, pero pienso que este es un tema sumamente complejo y para muchos un tema que deriva en demasiada angustia y en situaciones realmente dolorosas, e inclusive violentas.

No me causa sorpresa ver que la tasa de divorcios en países como China se disparara de esa manera al terminar la cuarentena, o que el número de casos de violencia intrafamiliar se haya ido al techo en cuestión de días. Esto es crudo, pero la cuarentena hizo evidente muchas cosas que estaban ocultas, se encargó de restregarnos a la cara verdades que trataron de permanecer encubiertas durante mucho tiempo y que ahora, por las circunstancias, no tenemos más remedio que desmantelar.

La noción del espacio y la privacidad también sufrió cambios importantes y es algo que va íntimamente ligado al tiempo. Constantemente veo, sesión tras sesión, la paranoia que mis pacientes experimentan al no saber si sus padres estarán escuchando la sesión, la angustia de no saber si las paredes son lo suficientemente gruesas como para amortiguar el sonido de su voz. Esta angustia frente a la intrusión se ha hecho también, más presente que nunca.

La angustia y el miedo a la intrusión que genera el que los padres, la pareja o algún miembro de la casa pueda estar escuchando la sesión, ha llegado a tal punto en que, con algunos pacientes, hemos tenido que ir adecuando sistemas de comunicación no verbal para hablar de temas que ellos consideran “delicados” y que no les gustaría que nadie escuchara (y con mucha razón). Bien sabemos que estas angustias que aparecen en el espacio analítico, tienen que ver con la intrusión real que viven a diario estos pacientes y que forzosamente aparecen en la mayoría de las esferas de sus vidas. Esto es muy triste de pensar porque la intrusión siempre implica violencia y muchas veces se puede disfrazar de amor, por eso se vuelve tan peligrosa, porque es una violencia silenciosa.

A mi parecer, aquí radica el verdadero reto en cuanto al tiempo. ¿Qué podemos hacer frente al hecho de que ahora nos vemos forzados a enfrentaros a otra dinámica? Una que impacta brutalmente al aparato psíquico porque definitivamente no estábamos preparados para enfrentarla. Lo más difícil de todo esto es que esta nueva dinámica involucra, la mayoría de las veces, a las personas que amamos o con las que compartimos vínculos muy cercanos y eso lo complica todo aún más. Y pues, pasar el tiempo de la cuarentena solo veinticuatro horas al día, tampoco parece gran opción. Entonces, ¿qué hacer ante situación tan compleja a la que nos estamos enfrentando?

Quiero dejar la pregunta abierta a ustedes porque en estos momentos yo no creo conocer la respuesta, pero pienso que nos pasamos la vida entera subestimando lo que significa la complejidad de la unión de dos (o más) mundos psíquicos que comparten un mismo techo, llamémosle familia, pareja, amigos, etc. Tenemos serios problemas a la hora de reconocer lo que significa el entender, aceptar y respetar la subjetividad y el espacio del otro, porque no sabemos qué significa eso. Estamos atrapados en la ignorancia de nuestro propio narcisismo.

Lo único que puedo decir es que la pandemia puso en evidencia la clase de personas en la que nos hemos convertido. Enteramente narcisistas, en donde el espacio para la subjetividad de la aparición de otro, no existe. Quizá por eso estemos pasando por una crisis tan grave en el plano relacional, porque no sabemos cómo convivir desde una estructura que permita la aparición del deseo del otro.

En cuanto a las parejas, creo que uno de los problemas a los que se están enfrentando es que la idealización y la negación se están rompiendo como un cristal cuando cae al piso: rápidamente y en muchos cachitos, algunos diminutos y casi invisibles, y por eso, la experiencia se torna tan dolorosa. Pero se nos olvida que la no aceptación de la subjetividad y de nuestra incapacidad de ver al otro, tiene sus consecuencias, y ahora que las tenemos en nuestras narices, no sabemos qué hacer con ellas.

La triste y cruda realidad es, y hablo desde mi clínica, desde mi conocimiento y claro desde mi experiencia, que la mayoría de las veces no nos enamoramos de lo que realmente la persona es, sino que nos enamoramos de la idea que nosotros armamos y creamos de esa persona. Elegimos el personaje que queremos que interprete dentro de nuestra novela interna. Pero cuando la realidad externa es así de tajante y cruda, nuestro teatro se cae y tenemos que lidiar con las consecuencias de lo que significa ver a la otra persona por lo que es y no por los disfraces con los que constantemente lo vestimos.

Sea como sea el covid-19 ha venido a trasformar nuestras vidas y una esfera altamente afectada y trastocada es, como ya lo pudimos ver, el tiempo. El mundo como lo conocíamos antes no será el mismo nunca más. Eso es un hecho. ¿Qué mundo habitaremos cuando termine la pandemia? ¿En qué sociedad estaremos inmersos? ¿Qué pasará con la economía? ¿Cuándo terminará la pandemia?

Estas son algunas preguntas que van surgiendo en el día a día y que, por lo general, generan angustia. Y ello porque generan incertidumbre y a los humanos no nos gusta la incertidumbre, no la toleramos, queremos respuestas inmediatas siempre (por algo Google es de las compañías más multimillonarias del mundo). Algo que curiosamente también la pandemia se ha encargado de quitarnos es justo eso: la posibilidad de respuestas inmediatas, pero no nos queda de otra más que esperar y ser tolerantes ante el desenlace de este evento histórico. Como algunos alcohólicos en recuperación suelen decir: “vamos día por día”.

Lo que yo me pregunto, y es con lo que me gustaría cerrar y que espero podamos pensar juntos es lo siguiente: ¿Estamos preparados para hacer el recuento de los daños psíquicos que la pandemia esta dejado en nosotros?

Bibliografía

Freud, S (1895-1950). “Proyecto de Psicología” En: En Obras Completas. Vol.III: Primeras publicaciones psicoanalíticas. Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S (1896). “La herencia y la etiología de las neurosis”, “Nuevas puntualizaciones sobre la neuropsicosis de defensa ” y “La etiología de la histeria” (1896) En: En Obras Completas. Vol.: Publicaciones prepsicoanalíticas y manuscritos inéditos en vida de Freud. Buenos Aires: Amorrortu

McDougall, J. (1998). “Sexualidad y creatividad” En: Las mil y una cara de Eros. La sexualidad humana en búsqueda de soluciones. Buenos Aires: Editorial Paidós.

Ogden, H.T (2005). “On the importance of having time to waste” En: On psychoanalytic supervision. (86:1265-80) San Francisco: International journal of psychoanalysis.

Winnicott, D.W (1971). “La creatividad y sus orígenes” En: Realidad y Juego. Buenos Aires: Editorial Gedisa.

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