“Sobre el amor, el poder y el género en los vínculos”

Patricia Alkolombre1

Hay que reinventar el amor, ya se sabe2,

El amor es un tema que ha inspirado a los poetas, los artistas, los filósofos y es una de las emociones más intensas y uno de los temas centrales de la vida y de la clínica: el amor y el desamor. Nos preguntamos ¿qué sucede con el amor en los vínculos de pareja?

En el lenguaje coloquial solemos decir que una persona está “en pareja” y esto alude a que habita una relación, está “dentro” de una relación. Y aquí no hacemos la distinción de si se trata de una relación hetero u homosexual y no tiene que ver tampoco con la identidad de género de la persona, sino que el acento se pone en el vínculo.

Jugando un poco con los términos, voy a comenzar con una diferencia entre estar en pareja y em-pareja. Cambiamos sólo una letra, la “n” por la “m” y cambia en el sentido: en pareja, o empareja. Me pareció interesante tomar esta idea que surgió en una actividad de hace algunos años para comenzar a pensar los vínculos y las relaciones entre el amor, el poder y el género.

Una primera asociación fue con el verbo emparejar, volver algo parejo. Esto nos lleva a la pregunta: ¿cómo se empareja una pareja?, ¿cómo hacen dos para constituirse en una pareja?

Y no me refiero a emparejar pensando que dos se tornen iguales, sino que la idea de emparejar apunta a la paridad, al par, al dos, a alojar al otro en el vínculo.

Podemos también preguntarnos ¿Cómo se construye el espacio de la pareja? ¿Cómo persiste “el brillo en la nariz” al que alude Freud en el devenir de una relación amorosa?,¿cómo se transforma? Y esto nos lleva a la problemática del amor, al amor en los vínculos de pareja.

– El amor en los vínculos de pareja

Badiou plantea que el amor se inicia siempre con un encuentro –azaroso y contingente-, al que le da un estatuto de acontecimiento en tanto un momento disruptivo. (Badiou, 2012).

El amor irrumpe, como un acontecimiento en el que surge algo inesperado, hay un antes y un después. Recordamos la expresión del “flechazo” del amor, las ilustraciones con los ángeles, con las flechas que van al corazón. El amor impacta y perturba.

A su vez, Badiou enfatiza el carácter vinculante del amor, sostiene que es una construcción “a saber, ¿cómo es el mundo cuando se lo experimenta desde el dos y no desde el uno? (Badiou, 2012, p. 29). Señala que “el amor aporta la prueba de que el mundo puede ser encontrado y experimentado por fuera de la conciencia solitaria” (Badiou, 2012, p. 44).

En la declaración de amor, decir “te amo” a otra persona es el pasaje del azar al destino, fijando el azar con el destino en la enunciación. Es un instante en el cual las palabras se cargan de gran intensidad afectiva.

Pero Badiou señala que el amor debe ser también “re- declarado”, o reinventado. Es por eso que el amor también es el origen de las crisis, y en ocasiones, de las crisis violentas en donde claramente están en juego las relaciones de poder y de género en las parejas.

“Pasar del estado de enamoramiento al estado del amor no es tarea fácil para el yo”, plantean Puget y Berenstein. (Puget; Berenstein, 1992, p. 9)

Piera Aulagnier define la relación de amor como una relación de simetría, de interdependencia entre dos yoes. A diferencia de la relación pasional marcada por la asimetría y en la cual el objeto de amor no es sustituible (Aulagnier, 1979).

En los vínculos de pareja se ponen en juego los modelos identificatorios, en muchos casos a partir de los estereotipos clásicos de género en los cuales los hombres quedan ubicados como sujetos de deseo y las mujeres como objeto de deseo.

Cada integrante de una pareja podríamos decir que tiene, además de una historia personal, otros determinantes que los unen, que no provienen, desde mi punto de vista, solamente de la historia individual infantil, sino que están enlazados conjuntamente el contexto familiar y el contexto histórico- social.

Están también presentes asimismo cuestiones que se producen dentro del vínculo de la pareja que hacen marca y que la definen. Como en el caso de Frida Khalo cuando dice:

“Yo sufrí dos accidentes graves en mi vida, uno en el que un autobús me tumbó al suelo… El otro accidente es Diego (Rivera)”

En este sentido, los vínculos amorosos hacen marca, en algunos son a predominio de Eros, con movilidad y posibilidades de cambio, y en otros persiste en forma insistente la compulsión de repetición, a predominio de Tánatos.

¿Qué sucede allí cuando el amor ya no es definido como un acontecimiento, que produce el flechazo del amor, la aparición de lo nuevo, sino que es definido como un accidente, que deja heridas?

Podríamos decir que son parejas que no han podido emparejarse de otro modo, sino desde la asimetría del desamor. Como en la frase conocida del poema Buenos Aires, de Borges cuando escribe: “no nos une el amor sino el espanto, será por eso que la quiero tanto”. (Borges, 1923)

Son relaciones tormentosas, enlaces pasionales malignos los denomina Graciela Abelin Sas (2005), parejas sujetadas por la compulsión de repetición sin posibilidad de cambio y que permanecen fijadas en el conflicto. En algunos casos son parejas generadoras de violencia, que en su expresión extrema, las crisis pueden terminar en femicidios.

Una paciente decía en un momento muy crítico: “Esto va a terminar mal, uno de los dos va a terminar mal si seguimos así”.

Otro paciente llega a la consulta con la mano vendada. En una discusión conyugal rompió la puerta de la heladera con un golpe y se fracturó la mano.

– Caer en el amor

En inglés enamorarse se dice: “fall in love” y en francés: “tomber amoureux”, en los dos casos significa caer en el amor, o caer enamorado. Caer en el amor no es una metáfora cuando el yo cae.

Frente al amor algo cae, dejando al desnudo los aspectos vulnerables al quedar el sujeto expuesto a los vaivenes de la relación.

Freud, como clínico escribe: “Nunca estamos menos protegidos contra las cuitas que cuando amamos; nunca más desdichados y desvalidos que cuando hemos perdido el objeto amado o su amor” (Freud, 1930, p. 82)

También recordamos cuando escribe “Desde tres lados nos amenaza el sufrimiento; desde el cuerpo propio, destinado a la ruina y a la disolución, (…); desde el mundo exterior, que puede abatir sus furias sobre nosotros con fuerzas hiperpotentes, despiadadas, destructoras”. La tercera amenaza proviene, “por fin, desde los vínculos con otros seres humanos” y precisa: “Al padecer que proviene de esta fuente lo sentimos tal vez más doloroso que a cualquier otro” (El malestar en la cultura, 1930, p. 76). El sufrimiento vincular.

Piera Aulagnier señala que en las relaciones de amor está en juego la expectativa de placer, pero también la posibilidad de sufrimiento (Aulagnier, 1979). Podríamos decir que el amor es infierno o paraíso. Badiou plantea que no hay amor sin riesgo. El amor es un misterio.

¿Tiene género el amor?

Desde un plano más general claramente podemos decir que el amor no tiene género, no es femenino o masculino, sino que pertenece al género humano desde la asimetría fundante del infans.

Sin embargo, si tuviéramos que pensarlo desde el género y sus determinantes, podríamos conjeturar que el amor sería femenino, y que si bien encarna en la mujer es patrimonio de hombres y mujeres y evoca los distintos espacios asociados con la vulnerabilidad (Alizade, 2004). Lo femenino alude a la incompletud, al no todo, a lo vulnerable y perecedero, y se mueve en los terrenos de la incertidumbre. Como decía el poeta brasilero Vinicius de Moraes: “el amor es eterno, mientras dura”

Desde otra perspectiva encontramos al amor en el devenir psicosexual femenino en el cual la angustia de castración en la mujer es la angustia frente a la pérdida de amor. (Freud, 1908)

Ahora, si pensamos el amor y las relaciones de género entre hombres y mujeres encontramos con más frecuencia en la mujer una mayor vulnerabilidad en el terreno del amor y una posición del hombre más autosuficiente, con un ideal de dominio y control (Burin, 2000), esto dentro de los estereotipos de género más tradicionales.

A pesar de que en el imaginario social los ideales de género están en plena transformación, con nuevos modos de subjetivación en hombres y mujeres – en particular las nuevas generaciones-, no caben dudas que hoy en día estas nuevas formas coexisten con modalidades arraigadas dentro del sedimento histórico del patriarcado, que constituyen los estereotipos tradicionales de lo femenino y lo masculino en las parejas.

En la clínica podemos observar -en los análisis individuales o de pareja- una tendencia, como señala Irene Meler, a “la idealización del amor por parte de las mujeres, que anhelan estabilidad y protección, y por parte de los hombres, temor y rechazo a la intimidad, disociación del objeto amoroso e intentos de dominar a su compañera sentimental”. Esta autora agrega que esta situación no responde a una constelación intersubjetiva estructural, sino que se trata de siglos de dominación social masculina. (Meler, 2012)

En la actualidad muchas mujeres en sus nuevos roles de crianza posibilitan nuevos modelos identificatorios en sus hijos. Pertenecen a la generación intermedia, son contemporáneas de los movimientos feministas de los años 60’, no sin conflictos. Contemporáneas también de los beneficios de la píldora anticonceptiva. Es una generación en la cual pasó a ser ley la patria potestad que les dio el derecho sobre sus propios hijos, ya que antes los derechos los tenía el padre, por ley. Es la generación que accedió al psicoanálisis. Y son mujeres que han tenido un contexto social – histórico que favoreció el poder ser agentes de sus propios deseos, con más conciencia de no quedar alienadas frente a un objeto de amor idealizado.

Amor, poder y género hoy: entre lo público y lo privado

Muchas y muchos jóvenes ocupan hoy las calles denunciando distintas violencias, Luciana Peker lo denomina la revolución de las hijas, como titula su libro (Peker, 2019). Las nuevas generaciones están en forma espontánea en las calles para denunciar la violencia de género, los femicidios, a través el movimiento #niunamenos y frente al acoso laboral a través del movimiento #metoo.

Mabel Burin señala en este punto que “el largo proceso iniciado hace ya varias décadas está mostrando sus efectos, ya no es aceptado en la gran parte de los contextos sociales tolerar las conductas violentas, los abusos emocionales y/o sexuales, ni el silenciamiento frente a estas situaciones”. Agrega que “estos movimientos se acompañan de la deconstrucción crítica –y a menudo conflictiva– de los supuestos del amor romántico en los vínculos de pareja”. (Burin,2020)

Se suman también las luchas por los derechos reproductivos y la legalización del aborto, la presencia de sus voces en los medios de comunicación y en la agenda política.

No caben dudas que son nuevas voces en las cuales el silencio sobre las situaciones de dominación que tradicionalmente eran ocultadas, pasaron del ámbito privado al ámbito público brindando nuevos modelos identificatorios. Burin sostiene que:

“Es una política de las subjetividades de carácter feminista, en que se pone nombre al malestar que anteriormente se sentía en forma difusa, difícil de expresar, percibido como un trastorno íntimo, individual, que merecía escasa credibilidad cuando se lo manifestaba públicamente. Aquella era una modalidad propia del género femenino tradicional, descrita ampliamente en la literatura feminista de décadas anteriores, basada en la experiencia vivida, encarnada y padecida por aquellas personas que anteriormente habían sido desestimadas en su capacidad de agenciamiento”. (Burin, 2020)

Estas nuevas voces que plantean una reflexión crítica sobre el poder en los vínculos de pareja conviven con las modalidades más tradicionales. Ana María Fernández escribía tres décadas atrás, en su artículo Violencia y conyugalidad: una relación necesaria:

“Es decir que si lo visible de la conyugalidad es el amor, su invisible necesario, lo denegado, lo interdicto de ser visto, serán los procesos de apropiación económica, simbólica, erótica y subjetiva que en él se producen, o sea, su violencia.” (Fernández, 1992, p. 144)

Entonces si la pareja es significada socialmente como una alianza de amor, como aquello visible, está del lado de lo no visible el desamor del poder y las distintas formas de violencia.

– El poder en las parejas

¿Cómo pensamos el poder en las parejas? ¿El poder tiene género? ¿Pueden los dos integrantes tener poder?, ¿que ambos sean sujetos y agentes dentro de una relación? ¿Qué sucede cuando se establece una relación en base al ejercicio del poder y la dominación, a costa del amor y el desamor dentro del vínculo?

La asociación entre el amor y el poder dentro de las parejas en relaciones de dominación, es un tema de una enorme actualidad como señalaba al comienzo, de allí la importancia de profundizar en estos temas dentro de las parejas con estas modalidades vinculares, en las cuales el amor, el poder y la dominación son el sello del vínculo.

– Un breve fragmento de la clínica:

Se trata de una paciente que atendí hace tiempo.

“¡Me olvidé el libro!” es lo primero que dice Verónica cuando llega a la sesión unos minutos tarde.

“Estoy leyendo un libro que me tiene atrapada, Cincuenta sombras, recién salió. Es una relación donde la chica, en su enamoramiento, lo sigue… Cuando lo escucha hablar…es increíble ver cómo él la lleva. Ella lo sigue, en realidad.”

“Cuando está con él no puede pensar en otra cosa. Él le propone prácticas sexuales distintas y la lleva a firmar un contrato.”

En ese momento habla de la muerte de una mujer en la provincia de Córboba que se presumía había fallecido por una práctica sexual de asfixia erótica y estaba en duda si no habría sido en realida un femicidio. Recuerda también la muerte de un actor por asfixia autoerótica.

No asocia esta novela con algo erótico o vital, siguiendo el contenido que traía, sino que sus asociaciones son sobre la sexualidad y la muerte.

Verónica tiene 50 años y enviudó hace menos de un año. Edgardo –su esposo- tuvo un infarto mientras jugaba al fútbol. Tenía antecedentes cardíacos y no se cuidaba. Derramó muy pocas lágrimas, podría decir que fue un duelo “seco”.

Comenzó análisis cuando descubrió una infidelidad del marido. Lo echó de la casa. Al tiempo comenzaron una terapia de pareja.

Verónica entraba y salía de estados de intensa angustia y desconfianza. Se tenía que imponer no revisar su celular y no hackear su computadora, eran temas constantes en las sesiones. Quería saber. Tenían peleas muy violentas.

Había períodos en los que tenía que forzar cierta “desmentida” para poder amarlo, y estar con él de todos modos y a pesar de todo. Y otros en los que necesitaba discriminarse y rescatarse de los fantasmas que la habitaban. Esto fue así durante un tiempo.

Una mañana, él le pide que le pase el celular y ella descubre en ese momento mensajes de texto de otra mujer. Interrumpe la terapia de pareja y comienza un período muy difícil dentro de la relación. Al cabo de un tiempo se produce la muerte de Edgardo en forma súbita.

El descubrimiento de la infidelidad marca la ruptura de un contrato tácito que tenían de ser el uno para el otro. Deja afuera la vivencia de construir la relación desde un acuerdo, se rompe la simetría y ya resulta muy difícil volver a reinventar, y a recrear el amor con él.

Verónica estaba frente al desmantelamiento de la idea que tenía sobre su matrimonio y sobre quién era Edgardo, se conocían desde la adolescencia.

Luego de su muerte, toma conciencia que no sabía cómo acceder a las cuentas bancarias, tampoco conocía si tenía deudas, descubre que la escritura de su propia casa tenía irregularidades.

No me voy a centrar en la infidelidad y en las vivencias de desprotección y desapuntalamiento por los que atravesó, sino en la imposibilidad de reconocerse dentro de la relación, y la imposibilidad de reconocerlo a él, tal como lo conocía. Imposibilidad de volver a recrear o reinventar el amor que sentía.

La asimetría le da poder a uno de los integrantes, el que rompe el acuerdo, y el otro queda en el desamor. Vínculos tormentosos que persisten, relaciones pasionales, que muchas veces terminan trágicamente por la violencia o por la “muerte psíquica” debido a los efectos que produce a largo plazo.

El amor, el poder y sus conflictos no constituyen patrimonio de las mujeres claramente. Los hombres hablan del amor, le hablan al amor los poetas, los artistas, los filósofos.

Recordé la bellísima canción de Jacques Brel: No me dejes, “ne me quitte pas”, inspiró a Jean Allouch.

No me dejes.

Déjame que me vuelva

La sombra de tu sombra

La sombra de tu mano

La sombra de tu perro

Allouch toma la letra de esta canción en su libro “La sombra de tu perro”, para referirse a un tipo de amor particular: “amores perros”, cuando alguien se ubica frente al otro en un lugar incierto en el que se juega algo de la existencia o des existencia dentro del vínculo. En la que no es posible ser reconocido como un otro y pasa a ser de este modo una relación de dominación.

Con tal de estar contigo, haré lo que sea, de cualquier manera, seré la sombra de tu sombra. Seré reconocido/ reconocida aunque sea en el lugar de una sombra, bajo tu dominación y esta es la marca de esa relación, la condición de esa relación de pareja.

Verónica había cumplido cincuenta años, y era el primero que estaba sola. El libro que trae a esa sesión es Cincuenta sombras, ¿cincuenta años en sombra?

No asocia el libro con Eros, con el erotismo, con la ligadura, sino que sus asociaciones la llevan a dos noticias: una mujer y un hombre que mueren en una práctica sexual: amor, sexo y muerte. La muerte en su caso, dejó congelado un duelo

Para finalizar podríamos preguntarnos qué hace que hombres y mujeres persistan en relaciones tormentosas, asimétricas, a predominio de tánatos.

Jessica Benjamin plantea que la tendencia principal del feminismo ha constituido el problema de la dominación como el drama de la vulnerabilidad femenina, victimizada por la agresión masculina. Plantea un análisis de la dominación que no se reduce a una relación simple de agente y partenaire, ya que sostiene que esto equivale a reemplazar al análisis de la situación por la indignación moral y esto sólo logra reproducir la polaridad de género (Benjamin, 1996).

De allí la importancia de hacer trabajar dentro del psicoanálisis los temas del amor el poder y la dominación entre los géneros y seguir profundizando.

Como sostiene Benjamin, es central la necesidad de reconocimiento mutuo, la necesidad de reconocer al otro y de ser reconocido por él, como algo crucial en los vínculos (Benjamin, 1996). Reconocer al otro como a una persona semejante a nosotros pero distinta. Un punto ciego en la violencia de la dominación y fuente de sufrimiento en los vínculos.

Referencias Bibliográficas:

Abelin-Sas, G., (2005), “Enlaces pasionales malignos. Separaciones imposibes”, trabajo presentado en el 44° Congreso de la Asociación Psicoanalítica Internacional, Río de Janeiro.

Alizade, A.M. (2004) “Violencia y femineidad (espacios vulnerables), en Ser y hacer de las mujeres. Reflexiones psicoanalíticas, Buenos Aires: Lumen y COWAP.

Alkolombre, P. (2019) “Violencia, misoginia y repudio a lo femenino”, en Violencias y subjetividad. Género, Infancia y Sociedad, comp. Alkolombre, P. y Ponce de León, E., Buenos Ares: Letra Viva y COWAP.

Allouch, J. (2004) La sombra de tu perro. Discurso psicoanalítico. Discurso Lesbiano. Buenos Aires: El cuenco de plata.

Aulagnier, P., (1979) Los destinos del placer: alienación amor, pasión, Barcelona: Ed. Petrel.

Badiou, A., Truong, N. (2012) Elogio del amor, Buenos Aires: Paidós.

Benjamin, J. (1996) Lazos de amor, Psicoanálisis, feminismo y el problema de la dominación, Buenos Aires: Paidós.

Borges, J.L. (1923) Fervor de Buenos Aires, Buenos Aires: Serrantes.

Burin, M. (2000), “Construcción de la subjetividad masculina”, en Varones. Género y subjetividad masculina, comp. Burin, M.; Meler, I., Buenos Aires: Paidós.

— (2020) “Las jóvenes y los movimientos sociales”, en Página 12, Buenos Aires. https://www.pagina12.com.ar/251026-las-jovenes-y-los-movimientos-sociale

Freud, S. (1908) “Sobre las teorías sexuales infantiles”, Obras Completas, vol. IX, Buenos Aires: Amorrortu.

— (1930) “El malestar en la cultura”, Obras Completas, vol XXI, Buenos Aires: Amorrortu.

Meler, I., (2012) “Género y subjetividad. La diferencia,¿es sexual? XIII Congreso Metropolitano de Psicología, Buenos Aires.

Peker, L. (2019) La revolución de las hijas, Buenos Aires: Paidós.

Puget,J.; Berenstein, I. Psicoanálisis de la pareja matrimonial, Paidós, 1992, pág.9.

Rimbaud, A. (2006), Una temporada en el infierno, Biblioteca Virtual Universal, Editorial Del Cardo.

[1] Co-Chair para Latinoamérica del Comité Mujeres y Psicoanálisis de la IPA. Miembro Titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina. e-mail: patricia.alkolombre@gmail.com

[2] Arthur Rimbaud (2006) Una temporada en el infierno.

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