MUJER ESCRITORA, TRANSGRESORA1

Gabriela Mustri2
Junio, 2019
“Mujer que sabe latín … no tiene marido ni buen fin”

Rosario Castellanos, una de las escritoras mexicanas más involucrada en la lucha feminista de su época, hizo un guiño a esta ingeniosa frase del saber popular para nombrar uno de sus escritos más valiosos en torno a la desventajosa posición de la mujer en el mundo de la intelectualidad. La mujer ha sido marginada de muchas maneras del quehacer intelectual, Rosario Castellanos (1950) lo planteo con gran elocuencia y estás son sus palabras “El mundo que para mí está cerrado tiene un nombre: se llama cultura. Sus habitantes son todos ellos del sexo masculino” (pag. 82)

Largo ha sido el camino que se ha tenido que andar para que la presencia femenina en las aulas universitarias y en los foros públicos no sea una excepción sino una constante, para que su voto y su opinión cuenten, para dirigir gobiernos y crear espacios desde donde hablar por las otras mujeres que siguen esclavizadas y silenciadas por el discurso machista, para que la condición femenina no sea vista como una desventaja o una veneración cuasi-religiosa, que es lo mismo que una condena. La mujer menospreciada intelectual y afectivamente como un ser inferior al igual que la mujer endiosada e idealizada, esa que es “lugar de deseos, de temores y de veneración del hombre, no es nunca el otro “ (Skittecatte, 1995 pag. 11) ambas sujetas a las leyes patriarcales ya sea para someterla, o para “cuidarla”, que sigue siendo una forma velada de sometimiento.

Desde las trincheras del psicoanálisis, la literatura y la filosofía, entre otras disciplinas, son varias las voces femeninas que se han pronunciado en torno al lugar desventajoso que aún en nuestros días tienen las mujeres y las diversas formas en las que su propia subjetividad se ha visto atrapada en torno a reglas que le impiden desarrollarse plenamente. Skittecatte (1995) sostiene que la cultura occidental desde siempre le ha impuesto a la mujer leyes, arquetipos y modelos que nacen de la mente masculina. Las Diosas- madres fuentes de vida y muerte cedieron su lugar en la cultura a la supremacía del falo y de ahí la historia tanto de los hombres como de las mujeres se ha narrado desde la visión de la presencia o la ausencia del falo, “el que tiene” /“la que no tiene”. Sostiene que Freud tomó los mitos de Edipo y de Narciso para abordar los principios fundamentales de la constitución psíquica. Pero ¿Y Yocasta? ¿Y Eva? ¿Y Lilith? ¿Y la diosa maya Ixchel?, ¿no sería más apropiado pensar a la mujer desde un mito propiamente femenino?.

Lo femenino, nos dice Beauvoir (1962), es una construcción del hombre, que necesita otro de sí y en ella proyecta lo que no tolera de si mismo, así el varón abyecta a la mujer y repudia lo femenino (citada por Errázuriz, 2012). Lo que junto con la idealización cultural a la madre, que la colocan como poseedora de todas las virtudes, suscitan visiones polarizadas que la definen como un ser deseable o bien temido y desvalorizado, poseedora ya sea de una maldad o de una bondad ilimitadas y por lo tanto no constituyen verdaderos referentes narcisistas femeninos. De ésta forma, vemos como en el imaginario transitan fantasmas que aluden a la madre devoradora, simbiotizante, castrante, seductora, abnegada, mártir, hipersexual, virgen, etc creados por los hombres y que dejan mal parada a la mujer frente a ideales que resultan indeseables (Skittecate, 1995; Errázuriz, 2012)

Así la mujer ha quedado atrapada en una red simbólica androcéntrica que habla por ella, decreta cual es o debería ser su deseo; lo cual la deja alienada de si misma, sumida en los pantanos de su continente negro, desconocido y temido por ella misma. En todo esto resulta clara la creación de un modelo o prototipo al que ha de ajustarse subjetivamente para ser eso que se dice que es una mujer, Irene Meler (1966) lo resume en ésta frase: “Lo mujer seduce, desesperándose por agradar y en esa búsqueda apela a una sexualidad alienada, que responde al deseo masculino como una mascarada encubridora de su inmadurez, propia del enclaustramiento y la censura secular “ (citada por Burin, M. y E. Dio Bleichmar, E. Dio,1996. Pag 247)

Históricamente para expresarse la mujer ha tenido que quedar en el anonimato o bien hablar como hombre o bien hacerse pasar por uno para ser escuchada o bien refugiarse en condiciones marginales para poder hablar; tomemos el caso de Aurore quién adoptó una personalidad masculina: George Sand con la que firmaba sus textos o bien de la escritora francesa Collette y su muy exitosa serie de novelas sobre Claudine, que nacían de su pluma pero que su esposo firmaba. Y no menos notorio es el caso de Sor Juana Inés de la Cruz, poetisa de la Nueva España de quien se dice que se tuvo que disfrazar de hombre para poder asistir a la universidad y después refugiarse en los hábitos religiosos de la orden de San Jerónimo para dedicarse a la escritura. Y como ellas tantas mujeres transgresoras que han roto el muro del silencio con el que nuestra cultura occidental ha cercado la verdadera voz del deseo y la experiencia femenina condenándola a la censura y a la marginalidad.

El tejido de los tiempos ha colocado a la mujer en una batalla donde la palabra es su lanza y su bastión para salir del silencio y descubrir su propia esencia. No obstante, culturalmente la pluma femenina ha sido considerada peligrosa ya que es vista como una invitación a quebrantar el orden hegemónico. Por eso cuando una mujer escribe es como si se violara el cerrojo que la mantiene enclaustrada y se le permitiera entrar al paraíso prohibido de las letras, al que culturalmente sólo los hombres tienen la llave de acceso.

No es casual que Freud haya convocado a las mujeres y a los poetas para develar los misterios de lo femenino y es que tal vez sea la poesía el mejor recurso desde donde se pueda escuchar la esencia de lo que corresponda a ese elemento femenino del binario masculino/femenino, que conforma la bisexualidad del alma humana.

En torno esto, Winnicott (1966 y 1971)3 ubicó el elemento masculino en el hacer y el femenino en el ser. El ser es la base para el autodescubrimiento y el sentimiento de existir, es el estado más puro que constituye la base de la identidad. Primero está el ser y luego el hacer. También en torno a la bisexualidad constitutiva Bollas (2000)4 propone la existencia de dos tipos de funciones psíquicas: Las del orden materno que incluyen la receptividad, la gestación, el alumbramiento y el holding, así como formas de comunicación no verbales; y las del orden paterno que incluyen la penetración, la inseminación, la tutela, hacer y ejecutar la ley, así como la comunicación verbal. La creatividad primaria encuentra su fuente en ésta oposición binaria formada por: El padre interno que reprime / la madre interna que recibe. Entre ellos se da un coito permanente del que nacen objetos terciarios. Retomando la idea de que la mujer ha tenido que hablar en una lengua extranjera para ser escuchada, dicha lengua que es el discurso masculino, cabe preguntarse ¿cual es esa lengua originaria perdida desde la cuál la mujer podría escribir sus experiencias subjetivas más auténticas? ¿Cuál es la matriz de donde nace la voz femenina y todas sus letras?

Kristeva (1984, citada por McAfee, 2004) toma prestado del Timeo de Platón la noción de la Chora, descrita como una matriz o receptáculo contenedor donde se aloja lo anterior a lo nombrado, el territorio de lo preverbal y lo preedípico. Para Kristeva es una Chora semiótica que se despliega como un ritmo, un movimiento, una musicalidad y una forma de articulación previa al lenguaje, misma que está fusionada al cuerpo y posteriormente con la entrada de lo simbólico será transformado propiamente en un lenguaje racional e inteligible.

Por su parte, Gentil (2015) habla de la vagina como ese espacio interno, no visible que significa los misterios del poder femenino y del conocimiento inconsciente y así lo equipara con el concepto del “O” de Bion. El silencio de la vagina y su invisibilidad estructuran y contienen el discurso hablado. Una vez que la vagina es nombrada paradójicamente permanece como un espacio abierto y más allá de ser un significante de la falta o la inferioridad como postulaba Freud, la vagina es el significante primordial de la simbolización humana.En ambas conceptualizaciones, se plantea la existencia de espacios internos, receptáculos contenedores de los primeros trazos de un psiquismo incipiente ligados a la materialidad del cuerpo, que posteriormente serán articulados en un orden simbólico aunque siempre el discurso y la escritura estarán expuestos a la erupción de lo semiótico, lo inconsciente: Los silencios, las contradicciones, las ambigüedades, el ritmo, la musicalidad, el sin sentido y las desviaciones gramaticales, entre otras. Peksen (2005) sostiene que la Chora es el lugar en el cuerpo de la mujer que da luz a su propio lenguaje, de modo que el lenguaje de la mujer es propiamente poético, se libera aunque no del todo de las reglas del orden simbólico. El lenguaje femenino emerge del cuerpo, es como el placer sexual en la mujer: desbordante y descentralizado, no se ve amenazado por la castración ni por la impotencia, es un manantial que fluye, erótico, sensual, bisexual. No obedece el mandato paterno de la diferenciación y por tanto, como sostiene Kristeva (1984, citada por Peksen, 2005) el acto estético creativo en la mujer conlleva el temor a la fusión y la pérdida de los limites que conforman su identidad y la diferencian de la madre.

La escritora Helene Cixous (1986,1995) que acuñó el término “escritura femenina”, concepción ligada más a la forma de expresión de una mirada y a un modo de relación con el otro y con la vida, que a una mera cuestión de género; ésta autora sostiene que el acto de escribir da a la mujer la posibilidad de expresar sus deseos y le otorga una salida del mutismo y la soledad. En su pensamiento está siempre presente el lugar marginal de la mujer en la cultura machista que la hace ser una suerte de extranjera en su propia tierra. Señala que para la mujer la escritura es un recurso para conocer y conocerse, para poder tomar posesión de su cuerpo y de su sexualidad, en un mundo falocéntrico que hace del cuerpo y del deseo femenino el territorio de la culpa.

La escritura otorga a la mujer un lugar desde donde puede escucharse y hacerse escuchar, desde donde puede nombrar y pensar su mundo y , esto lo podríamos vincular con la idea del poder femenino que refiere Alizade (2007) aquella organización directiva, vital que cuestiona y desafía el poder fálico mismo que está centrado en la fuerza, la soberbia y la superioridad. Plantea que el poder femenino se sitúa en la paradoja del antipoder, dado que éste parte del reconocimiento de la castración, la incompletud y la condición de desamparo originario, así mismo asume la impermanencia y neutraliza la destructividad humana, siendo su meta la creación y la solidaridad, por lo que constituye una forma de maternidad social.

Para finalizar, sería una gran omisión dejar de mencionar a Lilith, la mítica primera mujer, desterrada del jardín del Edén condenada a ser un espiritu que habita en la oscuridad del bosque. Lilith, la transgresora, la Eva mala, símbolo del demoníaco erotismo femenino y de la pecaminosa libertad sexual de la mujer, peligrosa dueña de su deseo que no se somete al dictum del sometimiento patriarcal, mujer lujuriosa que roba el semen a los hombres y mata a los recién nacidos. Lilith vive en los relatos de oidas, proscrita de la Biblia; si acaso hay una ambigüa mención de su nombre, su presencia se intuye entre lineas pero su historia como tal no es escrita en los libros sagrados. ¿tal vez por qué pudiera convocar a otras mujeres a colocarse en una posición de simetría frente al hombre y así destituir el patriarcado?. Como sea, Lilith a pesar de no ser escrita ha quedado inscrita en el imaginario colectivo como la peligrosa mujer libre, dueña de su deseo y de una voz propia, condenada a quedar en los margenes de la historia de los tiempos como: la loca, la bruja, la puta, la poseída, la histérica, la que envidia y odia al hombre por tener pene, la feminista, la escritora….

“Cada libro (escrito por una mujer) es sangre, es pus, es excremento, es corazón dividido, es nervios fragmentados, es shock eléctrico, es sangre coagulada escurriéndose como lava hirviente montaña abajo” (Lispector, 2015 pag. 28)5

BIBLIOGRAFÍA

Alizade, M y Seelig, B. Comps. (2007) El techo de cristal. Buenos Aires: Lumen Anzieu, A. (2010) La mujer sin cualidad. Madrid. Biblioteca Nueva Bollas, C. (2000) Hysteria. NY: Routledge pags. 71-86

Burin, M. y Bleichmar, E. Dio (comps) (1996) Género, Psicoanálisis y Subjetividad. Buenos Aires: Paidós.

Castellanos, R. (1950) Sobre Cultura Femenina. México: Fondo de Cultura Económica,2005.

Cixous, H. (1986) La llegada a la escritura. Buenos Aires: Amorrortú,2006

Cixous, H (1995) La risa de la Medusa. Barcelona: Anthropos

Clavel, A. (2013)Palabras al recibir el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska 2013 por la novela Las ninfas a veces sonríen (texto facilitado por la autora)

Duras, M. (1993) Escribir. Barcelona: Tusquets Errázuriz, P. (2012) Misoginia romántica. Psicoanálisis y subjetividad femenina. Zaragoza: Sagardiana.

Estrada, O. (2014) Ser mujer y estar presente. México: Textos de difusión CulturalUNAM.

Gentile, J. (2015). On Having No Thoughts: Freedom and Feminine Space. Psychoanal. Persp., 12(3):227-251 Jauregui, G. (editora) (2018) Tsunami. México: Sexto Piso.

Lispector, C. (2015) Las palabras. Buenos Aires: El cueco de plata Luiselli, V. (2014) La Nettel. Recuperado de http://www.letraslibres.com/mexicoespana/libros/la-nettel

Mustri, G. (2018) “Voces y letras femeninas en el México de hoy” presentado en el LVII Congreso Nacional de Psicoanálisis “México en el Diván” en febrero de 2018. Sede: Hospital Ángeles del Pedregal en CDMX. Trabajo No publicado. McAffee, N.(2004) Julia Kristeva. NY: Routledge

Peksen (2005) Recuperado de http://academinist.org/wpcontent/uploads/2005/03/010201Peksen_Feminine.pdf Rivera Garza, C. ( 01 Abril , 2011) Asunto de Alto Riesgo (entrada de Blog). Recuperado de http://cristinariveragarza.blogspot.mx/2011/04/?m=1#2217266231688029996

Skittecate, L.A. (1995) Los Silencios de Yocasta. México: Siglo XXI Editores, 2005 Spencer, S. (1982). Delivering the Woman Artist from the Silence of the Womb: Otto Rank’s Influence on Anais Nin. Psychoanal. Rev., 69(1):111-129.

Winnicott, D. W. (1989) Psychoanalytic Explorations. Cambridge: Harvard University Press, 1994. pags. 168- 192

Winnicott, D.W. (1971) Realidad y Juego. Barcelona: Gedisa. pags. 93-116.

1 Versión reducida del trabajo presentado en el 51 Congreso IPA “Lo Femenino”. Celebrado en Londres del 24-27 de julio de 2019.

2 Psicoanalista en funciones didácticas. APM (Asociación Psicoanalítica Mexicana) gamustri@prodigy.net.mx

3 Winnicott, D. W. (1966) The Split-off Male and Female elements to be found in Men and Women. En: Winnicott D. W. (1989) Psychoanalytic Explorations. Cambridge: Harvard University Press, 1994. pags. 168- 192. Y Winnicott, D.W. (1971) La creatividad y sus orígenes. En: Winnicott, D.W. (1971) Realidad y Juego. Barcelona: Gedisa. pags. 93-116.

4 Bollas, C. (2000) Functions of the father. En: Bollas, C. (2000) Hysteria. NY: Routledge pags. 71-86

5 El libro de donde procede ésta cita es “Un soplo de vida”. El libro que cito en la bibliografía es: Lispector, C. (2015) Las palabras. Buenos Aires: El cueco de plata. Cabe aclarar que éste texto es una compilación de citas de varios de los libros más famosos de ésta autora

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