Las fronteras y su significado ante la pandemia por coronavirus
Nashyiela Loa Zavala
Miembro con Funciones Didactas de la Asociación Psicoanalítica Mexicana.
Como pocas veces en la historia moderna las fronteras son puestas en cuestionamiento.
Esas fronteras que impiden el flujo libre de un espacio a otro, que marcan y dividen los espacios y nos hacen imaginar un orden.
Nuestro mundo sufre una pandemia por un virus capaz de generar la muerte a seres humanos que pueden ser más vulnerables a él desde el punto de vista inmunológico.
Una pandemia se caracteriza porque justamente sus alcances son mundiales, es decir las fronteras que nos dividen geopolíticamente y nos constituyen como un pueblo o un país se ven rebasadas por la enfermedad. Por supuesto que también al interior de los países tan divididos política y económicamente tampoco hay barreras y el virus puede igual estar en regiones del norte, el centro o el sur; con características económicas y culturales diferentes; en casas pequeñas donde viven familias grandes , o familias pequeñas que tienen casas enormes, no importa; el virus traspasa las fronteras entre países, entre regiones y entre habitaciones, siendo el propio hombre quien lo lleva en este mundo globalizado e interconectado.
Durante toda la era moderna se no ha enseñado a valorar mucho estas fronteras, los limites entre países son casi sagrados y quienes los quieren cruzar sin permiso pueden morir en el intento, por un disparo, ahogados o perdidos en el desierto; pierden derechos universales incluso a ser rescatados como se ha visto en Europa cuando llegan migrantes del Africa en embarcaciones que no permiten que desembarquen. No en balde son los países del primer mundo los que cuidan más sus fronteras, y son ellos quienes representan y llevan consigo el estandarte de la modernidad.
Sin embargo esta pandemia viene a recordarnos que todos los seres humanos somos (a pesar de nuestras enormes diferencias económicas, sociales, culturales), extremadamente similares en nuestra vulnerabilidad, no importa si eres asiático, europeo, americano, o latinoamericano: todos somos vulnerables de enfermar e incluso en el peor de los casos de morir ante un virus lo suficientemente contagioso como lo es éste. Esta claro que el virus no respeta fronteras ni se le puede pedir pasaporte o visa. Migra y contagia a millones de personas por el mundo. Incluso los países potencia se ven muy afectados en su población a pesar de los altos controles que tienen en sus fronteras. Es también por eso que comparto la idea de Dussel, un filósofo mexicano quien dice que el virus pone en jaque a la modernidad.
Este virus altamente contagioso parece decirnos que todas esas fronteras son muy frágiles, e incluso engañosas. En un plano más micro como lo es el espacio que conforma nuestro propio cuerpo, cuyas fronteras son dibujadas por nuestra piel, vemos que nuestras células están conectadas unas con otras y organizan sistemas fisiológicos que necesitamos para respirar, ver, nutrirnos. Para esas funciones se encuentran entradas que rompen la frontera piel y que son la nariz, los ojos, la boca; justo por ahí entran los virus. Esas puertas de entrada que tiene nuestro cuerpo y nos mantienen en contacto directo con el medio ambiente para introducir elementos como la tridimensionalidad y los colores, el oxígeno y los alimentos que son indispensables para la vida; son también fuente de preocupación ahora que el virus se encuentra afuera y que se nos dice no debemos permitir que pase a nuestro interior, o que si ya está en nuestro interior no debemos permitir que salga al exterior contagiando a los demás. Así vemos a algunas personas buscando cubrebocas en las farmacias y generando incluso compras de pánico, como si sintieran que tienen que proteger sus fronteras corporales ante una invasión.
Sabemos que los microorganismos existen, que incluso pueden formar parte de nuestra flora habitual, pero el que nos digan que este tipo de coronavirus es muy peligroso en determinadas condiciones, produce inmediatamente en nosotros la idea de protegernos de algo externo que no vemos pero que existe; entonces buscamos una barrera de protección, una frontera de algún tipo, pero cuando nos dicen que quizá incluso ya está adentro nuestro, que el virus traspasó nuestras fronteras y nos habita sin siquiera darnos cuenta, entonces se comienza a generar una alta incertidumbre que nos invade a todos. La gente empieza a exigir pruebas del virus buscando certezas. La incertidumbre es como lo dice Bion un sentimiento muy difícil de tolerar, doloroso para el ser humano.
Caemos en cuenta que no existen fronteras capaces de separarnos completamente de este virus como no sean esos trajes de astronautas que usan los médicos que están en contacto con los pacientes infectados en las terapias intensivas de los hospitales, salvo eso no hay fronteras infranqueables. Y esa sensación nos genera otro sentimiento desagradable, el de desprotección. Curiosamente los que más han sufrido crónicamente este sentimiento ya sea porque nunca han contado ni siquiera con un mediano cuidado básico en materia de alimentación o vivienda, o porque sufrieron de abandonos emocionales a tempranas edades, son también los que menos pueden pensar reflexivamente en torno a este tema y se ven más arrastrados por sentimientos que pueden ser extremos , ya sea caer en la despreocupación y no respetar ninguno de los cuidados indicados por las autoridades sanitarias, al final de cuentas ellos siempre han estado expuesto a enfermedades infecto contagiosas, a las policías en los retenes, a la violencia que se vive en casa, al abandono; o bien entrar en pánico ante este nuevo peligro, (cayendo incluso en compras compulsivas); puesto que esta es la única posibilidad de sobrevivir.
En cambio, para quienes han recibido más cuidado tanto en materia de salud mental como salud física a lo largo de su vida (y ahí está la importancia de la prevención) pueden contar con más recursos inmunológicos y psicológicos para enfrentar este fenómeno biológico y subjetivo que nos acontece. Reconociendo el miedo que genera la fragilidad y la vulnerabilidad y aceptando la caída de barreras que nos daban un sentimiento de protección y certeza.
Asì ante la imposibilidad de llenarnos de pruebas diagnósticas y de cubrebocas y mascarillas, entonces como nunca se nos pide que nos quedemos en casa y que a los que les sea posible desde ahí realicen su trabajo. Los que cuentan con esta posibilidad lo podrán hacer, será diferente, definitivamente no será lo mismo pero puede ser también una buena experiencia.
El psicoanálisis desde sus inicios se ha interesado mucho en el tema de las fronteras, Freud creo un esquema para intentar comprender la mente donde dividió con una frontera imaginaria el consciente y el inconsciente, y a esa frontera le llamo represión. Bion también nos habla de fronteras, pero estas son flexibles; son fronteras donde estas y no estás al mismo tiempo durante la escucha analítica, en un proceso de reverie. Winnicott también nos habla de un espacio transicional pero a diferencia del esquema de Freud este espacio no tiene fronteras claras, es más un espacio permeable, como lo podría ser una membrana celular, en ese espacio transicional estamos adentro y estamos afuera, hay un interjuego. Me parece que ahora mismo esta pandemia nos invita a crear espacios similares donde nuestra casa es al mismo tiempo nuestro trabajo y nuestro trabajo nuestra casa, lo importante es que el espacio sea creativo y exista esa capacidad de reverie.
Asi en nuestro trabajo clinico, con esta concepción de lo que es el psicoanálisis, y con experiencias previas que he tenido practicando el psicoanálisis fuera del setting clásico, por ejemplo en internados, casa hogar o con pacientes que viven en el extranjero, puedo decir que el espacio analítico no esta en el diván o en el consultorio mismo, esta en nuestra mente.. Por tanto ahora que vino este fenómeno de golpe, abruptamente, donde la amenaza de un virus que puede ser letal en algunos pocos casos, (pero que nadie quiere, lógicamente, ser uno de esos casos o contagiar a alguien que lo sea) nos impide continuar el proceso psicoanalítico de la forma habitual, me hizo decidir continuarlo mediante el uso de la tecnología.
Sin embargo ahora las condiciones son muy particulares y nuevas, tanto pacientes como psicoanalistas estamos expuestos ahora mismo a esos otros virus que podríamos llamar virus de la falsa comunicación y que fomentan el miedo, la incertidumbre y la sensación de vulnerabilidad, que ya de por si estaban presentes por el fenómeno mismo; y por tanto es posible que juntos tengamos que ir haciendo como nunca conciencia de estas emociones, y entre nosotros mismos como colegas acompañarnos hablando y reflexionando del tema, por ejemplo en espacios como este, para poder continuar trabajando como psicoanalistas.
Existen momentos en el análisis donde nadie toca el tema de la pandemia, como si así quisieran proteger su espacio terapéutico de contaminaciones exteriores, por lo general me he preguntado si no es al revés , sino se trata más bien de una negación. Y otras veces he visto casos que solo hablan de esto, como si al hacerlo quisieran olvidar su vida personal, el virus les permite desplazar sus angustias y temores más personales.
Este virus nos enseña que vienen tiempos de no saber, donde las fronteras de la certeza se disuelven o mutan como los virus mismos, y que esta falta de certezas nos puede llevar a cerrarnos construyendo fronteras cada vez más artificiales, o puede llevarnos a ser permeables y entrar a mundos paradojales donde estamos aislados para acompañarnos en la resolución de esta epidemia. Donde ponemos distancia fisica con nuestros pacientes pero al mismo tiempo estrechamos la cercanía emocional al compartir un momento de fragilidad social que nos obliga a hacer algo diferente.
Nosotros nos quedamos en casa no solo para no infectarnos sino para no infectar a los demás, pero al poner esta barrera fisica de permanecer en un espacio borramos las barreras del individualismo. y eso es también un acto de solidaridad en una sociedad que tiende al egoísmo.
Termino con una cita de Doris Lessing: “Aunque a veces parece que estamos inermes, en realidad estamos recabando, y muy rápidamente ( demasiado rápidamente para asimilarlo), conocimientos acerca de nosotros mismos, no solo como individuos sino como grupo, como naciones y como miembros de la sociedad”.