IDEAS PARA UN PSICOANÁLISIS EN CUARENTENA
Dr. Ricardo Velasco Rosas.
Asociación Psicoanalítica Mexicana
PARTE 2:
“IN BETWEEN:
habitando entre lo macro-social y lo micro-viral”
“I wish to examine the place, using the word in an abstract sense,
where we most of the time are when we are experiencing life”
Donald W. Winnicott
En plena guerra mundial en Londres, algunos psicoanalistas se encontraban en la sede de su Instituto discutiendo calurosamente sobre asuntos de metapsicología kleiniana. Quizá un fuerte estruendo -no precisamente teórico- hizo levantar la mano a un participante, que hasta entonces se había mantenido en silencio, si no es que distante, y con un tono -propio del humor inglés- dijo a sus colegas:
–“Quisiera aportar que nos están bombardeando” —
Ese participante era Donald Woods Winnicott: el “hombre intermedio”.
Winnicott, defendió hasta sus últimos días, la idea central de que la realidad, al menos la que él consideraba es la que nos hace ser humanos, se sitúa en una zona intermedia; toda su obra, que bien leída resulta una innovadora y profunda metapsicología psicoanalítica, descansa en la idea de que la vida sucede en ese espacio transicional, que se localiza entre la “discusión de las ideas” (lo interno) y “el bombardeo ambiental” (lo externo).
Lo que hace interesante el relato en cuestión, no es que Winnicott alertara a sus colegas sobre lo que era obvio; lo interesante a mi parecer es cómo -mediante el sarcasmo inglés- puso en evidencia algo menos obvio pero igualmente evidente: el narcisismo galopante en el que incurre en ocasiones nuestro gremio, a veces más interesado en debatir ideas teóricas que en asumir tragedias sociales.
En un libro de reciente publicación, Adam Phillips (2019) cuenta que tuvo oportunidad de conversar sobre Winnicott con Marion Milner, su amiga y colega cercana; Milner relató a Phillips sobre una ocasión en la que escribía sobre la posible genialidad o no de Winnicott concluyendo que: “no se lo que sea que signifique decir que alguien es un genio, lo que sí me queda claro y deseo sostener es que Winnicott vivía en excelentes términos con su proceso primario”. (2019, págs. 21, mi traducción)
Y es que Winnicott, realmente pensaba que el juego era la realidad; y que si una persona tiene una ambiente facilitador propicio, logra encontrar la fuente de creatividad desde su propio caos, entiéndase, desde el manantial creativo de sus propios procesos primarios.
Para Winnicott, todo ser humano tiene una esencia sagrada. Un “santuario” que guarda –por así decirlo- el proyecto de vida de cada quien y cuya fuerza emana desde dentro, ahí donde el latido cardíaco deviene corazonada. Por cierto, décadas más tarde, Christopher Bollas llamará a esta fuerza el “impulso del destino” (Destiny Drive) . Ese “desde dentro” solo puede expresarse en “lo intermedio” cuando existe un “afuera” que sea lo suficientemente receptivo y no condicione bajo ninguna forma su expresión.
Según Winnicott, el centro de ese “self verdadero” está de hecho incomunicado, y para su preservación es necesaria la soledad y la quietud. Sólo entonces, se escucha su latido y se comprende su mensaje implícito: “está es la persona que soy yo”.
Por lo tanto, Winnicott fue un defensor de la soledad y de los ambientes que faciliten la experiencia del juego. ¿Podremos vivir el aislamiento como un refugio? o ¿lo viviremos como un cautiverio en donde estamos secuestrados por nosotros mismos?. Todo dependerá del cómo “habitemos” nuestro espacio actual.
En su libro “El hogar es nuestro punto de partida” (1994), Winnicott explicará de mil formas que toda persona para ser realmente comprendida debe ser analizada desde el contexto que lo envuelve, su hábitat, su nido psíquico.
Resulta por lo menos curioso, que precisamente en el “home-analysis”[1], tenemos la oportunidad de conocer –al menos virtualmente- el espacio que los pacientes habitan, sus muebles, sus mascotas, la luz de sus habitaciones, las texturas de sus tapices y la musicalidad de su espacio; coyuntura que resulta también una oportunidad para conocerlos de un modo que sólo esta contingencia nos brinda.
Y es que “habitar” (lodgement) es una palabra clave en el léxico winnicottiano. De modo, que la experiencia de estar vivo cabalga siempre entre la habitación del cuerpo biológico y la habitación del cuerpo social.
Habitar el cuerpo en lo micro, habitar el planeta en lo macro, son experiencias que de no ser vividas, pueden parecer ajenas a nuestra experiencia. Cuando el cuerpo no es habitado, tenemos una “despersonalización” y cuando lo social no es habitado tenemos una estado “esquizoide”.
¿Cómo se juega esto con la pandemia que vivimos?
Una de las cuestiones inconscientes que considero más difíciles de tolerar, es que pasamos en segundos de sentir la angustia del colapso de lo “macro“ (de un sistema socio-económico) al colapso de lo “micro” (de un sistema biológico). Sostengo que el colapso–sea de la economía de un país, o sea de nuestros pulmones- es la angustia inconsciente actual que invade a nuestra psique y que su intrusividad impide lograr mentalizar lo que nos esta sucediendo.
Winnicott estudió a profundidad el colapso mental (llamado por él breakdown) , y –como ya se mencionó- gracias a que era un persona que se encontraba en “buenos términos con su proceso primario” supo explicarnos con una frase paradójica, lo que sucede en la mente en tiempos de colapso. La idea que plasmó en su célebre escrito “Miedo al derrumbe” (1974) será la siguiente: todo miedo al derrumbe, es un miedo a un derrumbe que ya ha sucedido pero que no estábamos ahí para vivirlo.
Con esta idea genial Winnicott propone la existencia de un tiempo “transicional” en donde podemos vivir por primera vez, aquello que ya habíamos vivido antes -pero que simultáneamente no fue vivido- al no haber condiciones propicias para registrarlo; es decir no había ni un “yo” que lo registrara, ni un “tú” que lo sostuviera.
Esta idea de Winnicott, es por demás conmovedora y profunda, ya que implica una empatía que comulga a la vez con lo más frágil y con lo más fuerte de la naturaleza humana. La fragilidad del ser colapsado y la fortaleza del ser sostenido. Pensemos en un bebé recién nacido y su madre recién parida: nada mas frágil y más fuerte a la vez. Winnicott tenía una metáfora para esta escena: “la burbuja originaria”, así de vulnerable, así de poderosa.
La vulnerabilidad/fortaleza de la vivencia psíquica en la que nos encontramos, está supeditada al ambiente que facilite o no a tramitar la experiencia; de modo que, en la cosmovisión winnicottiana, las condiciones de facilitación ambiental, son de hecho, una responsabilidad de todos. Querámoslo o no, todos somos un agente ambiental del otro, así como el otro lo es de nosotros.
Se conocen poco los escritos sociales de Winnicott, pero uno de sus ensayos titulado “Democracia” (1992) propone al sistema democrático como un sistema complejo de sostenimientos y cuidados recíprocos, en donde a modo de matrioshkas, un bebé es sostenido por su madre, una madre es sostenida por el padre y un padre es sostenido por la cultura. En estos tiempos, se hace más evidente que nunca, que no existe un “acto individual” y que todo acto humano es también “comunitario”. Parafraseando a Winnicott “no hay tal cosa llamada ciudadano sin una ciudad”.
Pero volvamos al “self verdadero”. Como decía antes, éste requiere soledad y quietud. Las condiciones para escuchar su voz radican en la no-intrusividad del entorno. Parecería una contradicción en tiempos de bombardeo mediático y catástrofe social que vivimos. Pero nuevamente será Winnicott quien nos dará la clave: no pensemos en pares antitéticos (social-individual) sino en lo que está en medio (in-between). Allí está la pulpa existencial de las vivencias.
Dicho de otro modo, cada persona deberá encontrar una coordenada temporo-espacial entre lo que Bion llamo el péndulo “Narcisismo-Socialismo”.
De tal forma, el aislamiento actual, exige un reto para cada “tipo psicológico” jungiano. El polo de “introversión” lidiará con la demanda macro-social; mientras que la tipología de la “extraversión” combatirá con las exigencias de lo micro-corporal. Dicho en términos mas simples, los extrovertidos tendrán que lidiar con los mensajes de su cuerpo y sus pensamientos íntimos; mientras que los introvertidos tendrán que lidiar con los mensajes del cuerpo social, de las demandas comunitarias, de los vínculos. Y nadie, se salva de lidiar en alguno de estos polos jungianos; todos sin excepción, nos hemos movido de nuestra comodidad mental.
¿Cómo vamos a lidiar con esta sacudida a nuestra rutina defensiva? Winnicott vuelve al rescate prescribiéndonos otra de sus paradojas; dio la clave cuando descubrió que la madurez tiene que ver con un logro muy particular, a saber, poder lograr estar a solas en presencia del otro (o en presencia del otro estar a solas) , es decir, existe un experiencia terciaria entre estar sólo y estar con alguien.
Y es que, uno de los retos en este confinamiento involuntario en todos los hogares es lograr respetar lo que “cada quien pueda aportar con su ser-como-es”, esto implica también entender el nivel subjetivo de gradualidad entre “intimidad y lejanía”, eso que Meltzer llamó poéticamente “medir la temperatura de la distancia” de cada persona. Por cierto no todos -y menos aún en nuestra lastimada Latinoamérica- pueden quedarse en casa, y eso también tendrá que comprenderse y asumirse.
El esfuerzo comunitario vale no obstante la pena, pues de lograrse la dosis “suficiente” entre quietud y movimiento, quizá se logre facilitar la escucha de la propia voz en medio del estruendoso “miedo al colapso”, quizá entonces podamos contribuir en algo, por minúsculo que sea, para poder dar un sentido a este cambio catastrófico y tal vez pueda comprenderse que después de todo –como dice Jaime Sabines- que “la vida –no tu ni yo- sino la vida” seguirá su curso.
Decía Winnicott que una analista se re-conoce más por lo que hace y no tanto por lo por lo que dice. Un analista –y más ampliamente un humanista- es ante todo, aquél que transmite con sus actos que a pesar de todo, la vida vale la pena de ser vivida y en tiempos de derrumbe, es imprescindible que un analista de un mensaje que se antoja muy difícil en tiempos de asfixia: “aquí estoy, vivo y respirando”.
Para concluir, y de vuelta al citado libro de Phillips (2019) menciona que para Winnicott el objetivo del psicoanálisis es proveer a la persona una oportunidad para averiguar si algo de la vida es digna de ser vivida, y en tal caso, facilitar un ambiente para que tal cosa, suceda.
Después de todo, ¿de qué se trata la vida?, parece ser -según Phillips (2019)- la pregunta central en la obra de Winnicott y es la pregunta que muchos nos hacemos en esta larga pausa, incierta que se nos vino abruptamente, como una nueva herida al narcisismo humano.
Phillips, menciona que en la obra de Winnicott, hay un mensaje político muy claro:
“Winnicott puede ser leído también como alguien que construye un liberalismo psicoanalítico de postguerra, bajo la sombra del fascismo, el comunismo y el recuperado capitalismo occidental; todos ellos regímenes basados en la explícita demanda del sometimiento (…) La pregunta implícita de Winnicott es ¿a qué tipo de régimen de maternaje ha sobrevivido cada paciente y a que costo? (…) La obra de Winnicott es -entre otras cosas- una larga consideración sobre el costo del sometimiento”. (2019, págs. 31-32, mi traducción y mi subrayado)
Esta complicidad, es la antítesis de la libertad, o si se prefiere, el desarrollo de la persona tendrá que ver con encontrar un ambiente (un “régimen”) que facilite la pregunta sobre el sentido de la vida.
¿Podremos ofrecer un setting analítico liberal y liberador en estos tiempos?:
He ahí el reto para nuestro gremio. Establecer un espacio para ser/estar sin expectativas de nada, sin prisa, sin propósito. Un lugar donde dos o más puedan jugar la experiencia psicoanalítica en tiempos de pandemia: tiempos siniestros /conmovedores; tiempos de claros/obscuros, tiempos de fragilidad/fortaleza; tiempos – en fin como dijera Octavio Paz- de alternancia entre poesía de soledad/ y poesía de comunión.
Referencias.
• Phillips, A. (2019) The cure for psychoanalysis. Wrong Way Publishing. New York.
• Winnicott, D.W. (1971) Playing and reality. Basic Books. London.
• Winnicott, D.W. (1974). Fear of breakdown. Int. R. Psycho-Anal, 1:103-107.
• Winnicott, D.W. (1994) El hogar es nuestro punto de partida. Paidós. Buenos Aires.
[1] Quiero distinguir al menos en tres aspectos lo que llamo el “home-analysis” del “análisis a distancia común”. 1) La modalidad surge “abruptamente” y sin tiempo de preparación; 2) La causa de la “migración” a la nueva modalidad es para ambos miembros de la díada (en este caso la pandemia); 3) El analista usualmente ha mudado también de setting.