Histeria: Sensorialidad, Transferencia y Arte
Ana Evelyn Sa Zacarías Bendek
La frase del pintor alemán, August Macke invita a la reflexión sobre la posibilidad de entender más allá de lo comprensible por la razón, y prioriza la experiencia de los sentidos. En sintonía con él, Christopher Bollas, en “La sombra del objeto” (1987), escribe sobre la vivencia transferencial con pacientes histéricas. Describe la misma como una posesión a través de los sentidos y explica como pacientes con dicha manifestación del carácter se comunican a través de estos.
Sin este conocimiento, pero con la compresión de la mujer fatal, Bizet musicaliza la historia de Henry Meilhac y Ludovic Halévy y crea la conocida ópera: Carmen. Con ella logra que el espectador sea poseído, tal como posteriormente describirá Bollas, le sucede al analista en la transferencia con la histérica.
“Carmen” se estrena en 1875, época en la que comienza el cambio de la mentalidad moderna que cuestiona y estremece los ideales tradicionales de la época victoriana (Alonso, 2018). Como personaje principal se representa a Carmen, una mujer gitana, magnética y seductora que atrae y atrapa, pero termina por alejarse de todos sus admiradores. Encuentra en Don José a un personaje que se enamora de ella, lo seduce e invita a dejar la vida de la milicia y a seguirla a la vida gitana. Se encuentra en la disyuntiva entre el amor y la libertad y desemboca en un triángulo amoroso con consecuencias mortales.
Carmen, personifica la descripción de Reich (1933), quien expone que la característica principal de la histeria es su conducta sexual evidente, así como la agilidad corporal que la acompaña. Describe movimientos balanceados y provocadores que dan la impresión de fácil excitabilidad.
En términos generales, la contratransferencia en el trabajo con el carácter histérico que describe Bollas (1987) se distingue por ser una experiencia de los sentidos. Estas personas se comunican a través de ellos: se observan gestos corporales que acompañan la narrativa; se le escucha, pues susurra para acercar o alza la voz para que todos le oigan; se ríe con ella, como una descarga afectiva de la sensación, generalmente, cuando se transfiere la irritación y confusión, el analista o terapeuta descarga con la risa; su conducta fastidiosa causa enojo por los imprevisibles cambios de humor y pueden conmover hasta las lágrimas de manera repentina mediante narraciones de episodios patéticos de su vida. En palabras del autor, en el trabajo con la histeria el cuerpo es alertado; el cuerpo recibe; el cuerpo se sacude; el cuerpo tiembla y el cuerpo se lacera.
Sin verbalizarlo, Bizet logra esta vivencia en el espectador de Carmen. A ella la vemos: viste provocativamente para la época, juega con la falda siempre que puede, tiene movimientos agraciados y seductores, que a su vez mantienen a todos a distancia.
La escuchamos: con agudeza acústica notable, la música de esta obra emula a la perfección la musicalidad de la voz del carácter histérico: hay fluidez, es contagiosa, armoniosa y los adornos vocales permiten seducción desde lo que se escucha. Mantiene al espectador atento y divertido con lo que recibe.
Reímos con ella, el personaje juega con las personas, es una liga, se acerca y se aleja, bromea y seduce, lo cual para el público resulta divertido y agradable, aunque a su vez frustra. Atrae al juego de la seducción. Causa enojo, debido al dramatismo y capricho con el que se aproxima a sus relaciones, el infantilismo de sus demandas y la incesante búsqueda. Nos conmovemos hasta las lágrimas por la teatralidad, expresa en la manera desdichada de compartir lo que le sucede, la intensidad de su historia y la manera de alejar a quien le importa.
Y así, tanto como testigos del aria o como terapeutas y analistas, nos dejamos sentir, “como si el lenguaje del cuerpo fuera un sustituto de la representación mental y el pensamiento” (Bollas, 1987).
La persona histérica se presenta como un pasaje sensorial para compensar la incapacidad de la madre para internalizarla, pone sus pensamientos, sentimientos y mundo interno fuera para que el espectador quiera presenciarla, para así contrarrestar la idea de que nadie la piensa (Bollas 1987). En la ópera, al terminar de escucharla uno se lleva consigo la experiencia anímica y multisensorial del personaje, se reviven las escenas y se repite la música, por ello, es una de las óperas más representadas de la historia. Se puede así regresar a que el psicoanálisis es una forma de ciencia, pero sobre todo de arte. Por ello, en una sociedad dedicada a lo inmediato y a las redes sociales, se invita al analista y al psicoterapeuta psicoanalítico a regresar al arte, a lo clásico y a detenerse, a experimentar y sentir; a reconocer la experiencia artística sensorial en el consultorio, pues, en esencia, en transferencia se repite lo que no se reconoce existe y el arte habla cuando las palabras no alcanzan para comunicar.
REFERENCIAS:
ALONSO, O. (2018). De Wagner a Bizet. El largo camino de Nietzsche al sur. Archivos: Revista De Filosoǩa, 13, 151–168. https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/7022728.pdf
BOLLAS, C. (1987) La sombra del objeto. Amorrortu Editores, Buenos Aires. El psicoanálisis y la histérica. 228-240
REICH, W. (1933) Análisis del carácter. Editorial Paidós, España. Capítulo X. Parte I. El carácter histérico.