“DÚO PARA DOS CUERPOS” DRA. ALEXANDRA BILLINGHURST

Dúo para dos cuerpos

Trabajando con el cuerpo en estados de ansiedad

A partir de un caso clínico, la autora describe un modo de trabajo con experiencias corporales similar al que se usa al trabajar con sueños. Una contratransferencia física junto con la fuerte ansiedad y las experiencias físicas de la analizanda llevó a un trabajo exploratorio usando dichas experiencias, el cual es discutido a la luz de la teoría de Bion del continente-contenido y de la función alfa.

Anna me llegó a los 30 años. Era una joven muy exitosa en cuanto a carrera. Había avanzado rápidamente en la empresa que la empleaba. Los problemas que presentaba eran ansiedad alrededor de las relaciones en el trabajo y una incapacidad para formar relaciones de pareja duraderas.

Durante las entrevistas me dio una impresión agradable y mostró curiosidad por el método. Quedamos en un análisis de cuatro veces por semana. Poco después de que empezó a usar el diván, mostró señales de una ansiedad intensa.

Mi forma de trabajar incluye el uso de la contratransferencia para mi comprensión del material. Cuando enseño contratransferencia a estudiantes de psicología, suelo describir la ventaja del estar sentado en la silla del analista en oposición a la situación de los psicoterapeutas, ya que da mucha libertad al permitir soltar la cara cuando nadie se da cuenta de ello, y poder más bien observar, por ejemplo las propias expresiones faciales.
Algunos colegas expresan que se sienten culpables cuando sorprenden a su mente alejándose hacia asuntos privados. Pero de acuerdo con mi forma de verlo, esto también debería ser percibido como material, sin importar lo banal y cotidiano que pueda parecer. Por ejemplo el encontrarte planeando lo que vas a cocinar para la cena puede tener una conexión muy cercana con lo que está ocurriendo en el consultorio. En el ejemplo en el que estoy pensando aquí, cuando me sorprendí y empecé a tratar de entender por qué mis pensamientos se fueron a la cocción de la cena, pude ver una relación con la percepción que tenía la paciente de su madre, cuya solución para todos los dolores emocionales era la comida. La paciente se sentía sofocada por la madre. Entonces me percaté del hecho de que me sentía irritada con la paciente, quien estaba hablando de todas las fallas del esposo en una forma bastante distante. Esto llevó a una interpretación transferencial del hecho de que se sentía sofocada por mí, lo cual abrió la puerta para más asociaciones.

A propósito del ser capaz de observarse a sí mismo, quiero mencionar aquí un interesante estudio suizo. Tal vez estén enterados de que existe un área de investigación que se está realizando en Suiza, en que las expresiones faciales de los sujetos son filmadas y analizadas. En ese estudio en particular se quería ver si era posible predecir intentos futuros de suicidio en pacientes que habían tratado de suicidarse. Una psiquiatra entrevistaba a los pacientes después de su intento de suicidio. Después de las entrevistas, entre otras medidas, la psiquiatra solía predecir de manera intuitiva quiénes harían otro intento. Tanto la cara del paciente como la del psiquiatra eran filmadas durante la entrevista. Después de un año, la película era vista de nuevo y se analizaba la cara del paciente para ver si se podían predecir nuevos intentos de suicidio. Sin embargo no fue así, y en cambio se encontró un predictor en el análisis de la expresión facial de la psiquiatra. Hay que destacar que dichas predicciones no correspondían a las predicciones intuitivas de la psiquiatra, lo cual fue interpretado en el sentido de que ella no tenía consciencia de sus movimientos faciales y que la capacidad para predecir intentos de suicidio podía ser adquirida al tomar consciencia de las expresiones faciales de uno. En otras palabras, y éstas son mis palabras, usar la propia reacción contratransferencial y tomar consciencia de las propias reacciones físicas al observar, en este caso, las propias expresiones faciales.

Con Anna, mi contratransferencia tomaba formas muy físicas por momentos. No soy de ninguna manera propensa a los dolores de cabeza pero con ella podía ser repentinamente atacada por un penetrante dolor de cabeza. En otros momentos me venía una fuerte náusea o mi sentido del olfato se agudizaba.

A partir de que describió sus problemas de ansiedad con sus colegas de forma más auto-acusatoria, así como sus preocupaciones acerca de la forma como la veían, la ansiedad que desplegaba conmigo en el consultorio se volvió mucho más fuerte y primitiva. Ocurría que estuviera insegura de mi presencia, y por ejemplo tuviera intensas imágenes de mí sentada allí con una aguja de tejer, lista para clavársela. Las interrupciones de los fines de semana la hacían perder el contacto conmigo y era frecuente que se perdiera cuando venía a sus sesiones de los lunes.

Paralelamente a mi contratransferencia corporal, Anna empezó a quejarse de sensaciones molestas en el cuerpo. Sus pies le dolían y los sentía hinchados, tenía dolores agudos en la columna o su espalda se le dormía repentinamente.

A pesar de que Anna sí describía sentimientos al hablar de otros, empecé a notar que más que hablar de sus propios sentimientos, hablaba de ansiedad. Era como si dispusiera de toda una paleta de colores al describir a aquéllos alrededor suyo, mientras que cuando se trataba de sus propias emociones, sólo existían el rojo y matices de gris a negro.

Mis penetrantes dolores de cabeza eran casi insoportables. Me asusté con la idea de que tenía un tumor cerebral pero como los dolores sólo me venían durante sus sesiones, me pude calmar. No obstante, mientras sucedían en las sesiones seguía convencida de que sí era el caso y cuestionaba mi capacidad para cuidar de mí misma por no haber buscado a un médico aún. Pensando en mis hijos que podrían perder a su madre.

Trabajar con Anna era arduo. Ser sujeta a fuertes y punzantes sensaciones corporales que me asustaban y en ese momento eran difíciles de relacionar con el estado en el que Anna se encontraba.

En ese momento del proceso no podía darle sentido a mi propia contratransferencia. El detalle era que aparecía en momentos en que la apariencia de la paciente o el tema eran más bien cotidianos o benignos. De hecho, durante meses tuve que simplemente soportar las sensaciones junto con el hecho de no comprender, tuve que contenerlo.

En este punto, permítanme recordar el concepto de contención de Bion.

En realidad, la contención es un término militar.

Una fuerza contiene a la otra. La contención presupone que haya uno que esté conteniendo, y alguien o algo que esté siendo contenido. Un objeto, un pensamiento, una idea, un sentimiento es colocado en una contención de tal forma que a eso que fue colocado, algo le pase o le deje de pasar.
La contención tiene que ver con el significado. Bion escribe que el movimiento entre la posición esquizoparanoide y la posición depresiva se produce en un estado de inconexión, en un campo de piezas o fragmentos. El movimiento hacia la depresión significa que las diferentes partes se conecten, muchas veces como un hecho seleccionado. Se empieza a formar un diseño. El encontrar el significado del diseño es el papel de la función contenedor-contenido. Ponerse en estado de reverie es hacer posible la destrucción del contexto/conexión, para no estar atorado en pensamientos enfocados sino dejar que se destruya la conexión y se encuentren nuevas conexiones (Bion, W. R. (1963) & Bion, W. R. (1970)).

En el caso que estoy describiendo aquí, se trató de un estado prolongado de no saber. Varios meses en que se necesitaba simplemente estar allí, contener las experiencias físicas aterradoras y arrolladoras.

Por un lado Anna era capaz de describir a sus colegas de una forma bastante vívida, pero al mismo tiempo daba la impresión de que no me “usaba” verdaderamente, en el sentido positivo de la palabra. También actuaba su ansiedad y se encontraba en camas de hombres extraños después de una noche de fiesta. Cuando yo intentaba una interpretación de su actuación, ella me acusaba de ser anticuada y mojigata, y de no entender que ésa era la manera como la gente se relaciona hoy en día. Pero lo decía más bien sin emoción, como un simple hecho. Si yo trataba de develar la ira en su afirmación ella comentaba que suponía que era una forma de verlo pero que no sentía nada de eso.

Conectando mi fuerte contratransferencia corporal, las quejas corporales de Anna y su tendencia a describir sus propios sentimientos como ansiedad, decidí enfocarme más a su cuerpo.

Cuando en una sesión retomó el tema de su molestia en los pies, le pedí que describiera esa sensación más en detalle. “Duelen, es como un dolor sordo. Se siente como si estuvieran hinchados, como si mi planta ya no tuviera contorno.” “¿Esto te hace pensar en algo?” “Patas de cerdos. Mi abuela solía hacer patas de cerdo cuando la visitábamos. Venían en una lata, ¡era tan asqueroso! Oh, y también servía lengua de res con mantequilla derretida, puré de papa y chícharos. Esto como que sí me gustaba”.

Al seguir más adelante por el camino de sus asociaciones, fui llevada hasta el mundo de su primera infancia, donde mamá ahora vive con su propia madre después de haberse mudado de la casa familiar. Por primera vez la paciente expresaba recuerdos de añoranza por su madre.

La siguiente vez que sus pies la molestaban y que nuevamente le pedí que describiera lo que sentía en los pies, dijo que el dolor era como una presión desde dentro. Ahora lo sentía principalmente en la parte delantera del pie. “Como que mis dedos no se pueden mover porque están tan hinchados”. En ese momento me llené de una fuerte tristeza. Me vino la imagen de unos pies de bebé gorditos, del agarrarlos con amor y del hecho de que mi madre nunca pudo conocer a mis hijos. “¿Esto te hace pensar en algo?” “¡María! Siempre jugaba con los dedos de pies de mi hermanita bebé, y cantaba aquella estúpida canción mientras la bañaba”.
María es la mujer que llegó a la vida del padre después de que su madre se fue. En su narrativa, papá ha sido un héroe todo el tiempo, criando a sus hijos mientras que mamá ha sido alguien que inspira terror o desprecio. A pesar de que María llegó tempranamente a sus vidas, su papel en la narrativa era bastante minimizado. Con los recuerdos que van emergiendo al trabajar con el cuerpo, se van modificando tanto los papeles de María y de la madre como los sentimientos de la paciente hacia ellas.

A lo largo de este trabajo, Anna empieza lentamente a “tomar” mis interpretaciones transferenciales concernientes a sus sentimientos, empezando por la ira. Se permite experimentar su ira hacia mí y en vez de olvidarse de mí durante los fines de semana, ahora empieza a sentir mi ausencia.

Cuando empecé a trabajar con el cuerpo de Anna de esta manera, usando sus sensaciones corporales como lo haría con sueños, mi fuerte contratransferencia amainó.

El dúo para dos cuerpos se transformó en un diálogo más “normal”.

Entonces ¿qué fue lo que ocurrió aquí?

Permítanme compartirles la forma como veo la función alfa.

Los elementos beta son percepción en bruto. No son percibidos como fenómenos, son concretos y no pueden ser usados para el pensamiento, sólo almacenados. Los elementos alfa son elementos beta transformados que pueden ser usados para pensar y soñar. (Bion, Volviendo a Pensar)

Unas percepciones in-comprensibles “atacan” al sujeto desde el afuera o el adentro. Bion escribe acerca de los elementos beta que no son utilizables para el pensamiento onírico sino para la identificación proyectiva. Más aún, que los elementos beta pueden ser almacenados pero difieren de los elementos alfa en que no pueden ser usados para los pensamientos.

En el caso del bebé, que nace sin el instrumento de la comprensión y la memoria, cada sensación inicia con un bombardeo de elementos beta, sensaciones en bruto. Desde las punzadas de hambre que son experimentadas como una presencia dolorosa más que una ausencia de comida, hasta la sensación supuestamente placentera del sol brillando a través de la ventana, una brisa ligera contra la piel o sonidos repentinos a su alrededor. Ya que el niño aún carece de un aparato para entender tales percepciones, éste es el papel de reverie de la madre o del padre, como ya sabemos.
El ejemplo del padre o de la madre que despierta fácilmente con cualquier ruidito del bebé pero que todo lo demás deja dormir apaciblemente es a mi forma de ver una función del reverie parental. Casualmente acabo de enterarme de un estudio (Abraham 2014) acerca del cambio en la amígdala en padres de infantes. Algo que ya era sabido es que las hormonas modifican la amígdala en la madre durante el embarazo pero en esta investigación se mostró que entre más el padre se hace cargo del bebé, más cambios en su amígdala. También se estudiaron padres homosexuales de los cuales uno era el padre biológico pero ambos cuidaban al bebé, y resultó que ambos presentaban el mismo cambio en la amígdala. Ésta fue una pequeña digresión pero la encuentro muy interesante en relación al reverie.

Entonces el padre o la madre del infante tienen un foco inconsciente constante sobre el estado del bebé. Un ejemplo; ha ocurrido que me sumergiera repentinamente el terror y la convicción de que pasaba algo seriamente malo y que mi bebé se estaba muriendo. Una vez llena de esta emoción, me calmaba y caía en la cuenta de que mi bebé estaba hambrienta, iba a cargarla y darle pecho, hablándole y diciendo “Tienes hambre, vente vamos a sentarnos aquí, te voy a dar de comer”. Éste es un ejemplo tanto de reverie como de función alfa. Yo había percibido desamparo en mi bebé a través de su identificación proyectiva comunicativa. Experimenté la arrolladora y aterradora sensación de hambre, elementos beta, como una amenaza a su vida. Primero estuve inmersa en esa sensación y luego me calmé al entender que necesitaba ser alimentada, los elementos beta habían sido transformados en elementos alfa. Con mi voz y la forma como toco a la bebé transmito que lo que ella siente está bien. Le presto mi función alfa y con la repetición de esto a través del tiempo, la bebé construye lentamente su propia función alfa. Quiero señalar que lo importante aquí no es únicamente la voz y el contacto apaciguador sino también el que la bebé a su vez haya percibido mi desamparo, mi ansiedad y luego la transformación del miedo en calma. Tal transformación da a la bebé la idea de que se puede sobrevivir a lo que da pavor, es decir contenerlo.

Así es que todos, conforme crecemos, obtenemos una función alfa establecida. Luego dicha función se puede descomponer, como en un trauma o un brote psicótico. Pero también sucede que uno puede tener una función alfa establecida pero con áreas en las que esta función falla, por ejemplo, diría yo, en el caso de Anna. Si uno tiene un padre o una madre en quien ciertos sentimientos provocan mucha ansiedad o “supuestamente no existen”, el niño no obtendrá ayuda en la comprensión de tales sentimientos dentro de sí. La resultante es una persona que ingresa en un estado de ansiedad a la hora que emergen ciertos sentimientos.

Anna no estaba psicótica, para nada. Usando otros términos diría que en su vida cotidiana estaba por lo general en la posición depresiva, mientras que ingresó rápidamente a la posición esquizoparanoide al empezar a usar el diván. También parecía capaz de comprender muy bien los sentimientos de otras personas.
En mi experiencia un gran porcentaje de los pacientes que llegan a mi práctica, especialmente cuando trabajo en la clínica psiquiátrica, ha desarrollado una muy buena habilidad para contener a los demás, mientras que no son capaces de contenerse a sí mismos. Viven su vida como si tuvieran tentáculos emocionales dirigidos hacia los demás, listos para contenerlos mientras que carecen de la habilidad para escucharse e interpretarse a sí mismos.

En el caso de Anna diría que para ella la mayor parte de los sentimientos eran elementos beta. Eran almacenados pero sin posibilidad de uso.
Fue la relación íntima con una figura femenina, a saber yo, que expuso esta función fallida en ella.

El momento en que yo, en cierto sentido, la toqué, al pedirle que describiera sus sensaciones físicas, puede ser visto como el equivalente de la madre cargando y tocando a su bebé. Mostrando a través de este contacto dónde empieza el cuerpo del bebé, y con la plática poniendo palabras a lo que está experimentando.

Llegué a esta forma de trabajar a través de mi intensa contratransferencia física combinada con sus achaques físicos y su incapacidad para nombrar sentimientos. Después de haber contenido mi contratransferencia durante bastante tiempo, un buen día al pensar acerca de sus achaques me asaltó la noción de Bion de elementos beta. Era como si esa teoría suya funcionara como un hecho seleccionado que diera sentido a lo que sucedía en nuestro Dúo para dos cuerpos. Ahora encuentro muy útil esta forma de trabajar con el cuerpo, tanto con pacientes con una fuerte ansiedad, como con pacientes que intelectualizan, o cuando siento que estamos atorados por alguna razón. También encuentro que el preguntar acerca de las experiencias corporales de los pacientes puede abrir una vía hacia una interacción más lúdica.

Anna creció con su padre y una hermana menor. Su madre dejó la familia cuando Anna tenía sólo tres años. La madre consumía tanto alcohol como drogas, y en los recuerdos de Anna le tenía pavor. Rápidamente llegó una nueva mujer, María, a la vida del padre. Conforme el análisis con Anna se va desarrollando, le llegan más recuerdos de sus primeros años, con el cambio subsecuente en su propia historia de la infancia. Mi hipótesis concerniente a su inhabilidad para nombrar sentimientos y su reacción con “síntomas físicos” es que la madre era incapaz de contener a la pequeña Anna. No queda claro qué tan temprano inició su abuso del alcohol y de las drogas, si era ese abuso en sí el que inhibió su contención o si la incapacidad para estar con su bebé la llevó al abuso de substancias. A través del análisis Anna pudo bajar a su padre de la posición idealizada en la que lo había colocado, y empezar a tener una imagen más matizada de él, incluyendo el poder estar enojada con él. También pudo adquirir un mejor entendimiento de su madrastra e ir acercándose a ella, así como encontrar sentimientos tiernos hacia su madre y permitirse quererla, lo cual significó que pudiera empezar el duelo por la madre que no había tenido. Nuestro dúo para dos cuerpos se transformó en una canción con letra y sentimientos “experimentables”.

Freud afirma que “el yo es ante todo un yo corporal”. Bion, con sus nociones de reverie, contención y función alfa, nos ha mostrado la importancia de la capacidad de los padres para, a través de su propio inconsciente, su función alfa, ayudar a que se desarrolle la capacidad del bebé para percibir y entenderse a sí mismo y al mundo.

Entonces supongo que lo que he estado intentando hacer aquí es compartir con ustedes la utilidad de por un lado enfocarse al cuerpo del paciente, tratándolo como se tratan los sueños, y al mismo tiempo escuchar el propio cuerpo como herramienta contratransferencial.

Gracias por su atención.

APM
 
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