Las tres Elenas
Ana Gabriela Figueroa Velasco
La conceptualización de la histeria nace del encuentro de Freud con Charcot, en el hospital parisino de la Salpetriere, en 1885” (Pérez, 2000, p.150).
Posteriormente, Breuer y Freud (1893-95) en su texto “Estudios sobre la histeria” describen el carácter de las
personas que podemos pensar que están dentro de esta estructura. Entre los principales síntomas rescatan haber atravesado un trauma (aún si éste es fantasioso), conversión, delgadez (anorexia o vómito)1, sexualidad/seducción como parte
central y disminución del afecto.
Dicho esto, el presente trabajo es un intento de analizar el cuento “Las dos Elenas” dentro de la colección “Cantar de Ciegos” de Carlos Fuentes Macías. Escritor mexicano autor también de “La muerte de Artemio Cruz” (1962), “Cambio de piel” (1967) y la novela “Tierra Nostra” (1975) por la que gana el Premio Rómulo Gallegos dos años más tarde de su publicación.
El cuento en cuestión, a pesar de ser ficción, muestra un enorme parecido con la realidad. Específicamente, con lo que sería una madre, una hija y un hombre histéricos. Este escrito busca ir aplicando la lista de signos enlistados en el párrafo inicial a ciertos momentos de la historia.
La narración comienza con lo que yo denominaría “aprensividad” (otra característica propia de la histeria) (Reich, 1933). Doña Elena dice: “No sé de dónde le salen esas ideas a Elena. Ella no fue educada de ese modo. Y usted tampoco, Víctor. Pero el hecho es que el matrimonio la ha cambiado. Sí, no cabe duda. […] Yo le ruego que hable con Elena. A mí no me hace caso” (1964, p.2). Y a partir de esta frase inicial, empieza una descripción de Elena hija (distinción que es importante hacer porque, y se considera que es una estrategia intencional de Fuentes, constantemente en la historia es confuso distinguir si es la madre o la hija de quién se o quién está hablando).
Doña Elena está angustiada porque su hija abiertamente dice que “una mujer puede vivir con dos hombres para complementarse” (Fuentes, 1964, p.2). Lo anterior, no solo nos habla de un posible deseo propio de la madre, sino también de la enorme seducción que hay por parte de su hija.
Como se había mencionado, para las histéricas la seducción juega un papel preponderante dentro de su vida (Breuer y Freud, 1893-95). Sin embargo, a ésta podríamos llamarle una “seducción truncada”; ya que generalmente se privan (y a los demás) del acto sexual. En el cuento se describe cómo Elena hija, a pesar de estar casada, busca otros hombres. “Voy a tomar un café con Alejandro hoy. Es un gran dibujante y se cohibiría si estuvieras presente” (p.3), le dice a su marido. No obstante, las interacciones con estas figuras masculinas aparecen en la historia pero luego no se habla sobre si en ellas se llega a un acto sexual. Por su parte, la madre igual tiene sus intentos de seducción, y estos son con Víctor, el esposo de su hija. “Levanté la mirada. Doña Elena me miraba” (Fuentes, 1964, p.6).
Ahora bien, hay explicaciones psicoanalíticas que se podrían aplicar para conocer por qué sucede lo previamente descrito. “Freud postulaba que la histeria es el resultado de un temprano conflicto entre la legalidad del yo – aquella que, fruto de la socialización del individuo en un contexto determinado, tiene su origen en la educación y en la interacción sociofamiliar- y un deseo que la contradice.” (Pérez, 2000, p. 154).
El papá de Elena llamado Don Jesús no juega un papel de gran importancia en la historia, la única intervención que tiene en ésta es un comentario sobre con quién está casada su hija2. Lo anterior podría interpretarse como algo edípico y puede que Elena busque hombres no disponibles para repetir su deseo incestuoso que no puede cumplirse porque Don Jesus está casado con su madre. Así, los intentos de seducción de Doña Elena con Víctor pueden ser vistos del mismo modo, está repitiendo no haber podido estar con su padre.
Por otra parte, Breuer y Freud (1893-95) mencionan que sucede un trauma (sea fantasioso o real) en las personas histé- ricas. Sin embargo, éstas tienden a disociarse, olvidar y no hablar/expresar emociones sobre ello. En la historia nunca se habla sobre la infancia de ninguna de las dos Elenas. Es posible que lo anterior sea simplemente porque el cuento tiene un marco de tiempo que no incluye este periodo. No obstante, sería interesante pensar que no se incluye porque ninguna de las dos Elenas quiere/puede hablar sobre ello. Deberíamos tomar la misma postura de Freud y pensar: ¿qué le sucedió a estos pacientes para olvidar lapsos importantes de su vida? (Pérez, 2000).
Ahora bien, la etiología sexual de la histeria fomenta una predominancia de esta patología en las mujeres (Pérez, 2000). “Puesto que, mientras el deseo masculino ha estado sido reforzado desde la infancia por una cultura patriarcal que ha hecho de él un síntoma inequívoco de virilidad, el deseo femenino ha debido permanecer en la sombra, debiendo pedir permiso para levantarse […]” (p. 154). Sin embargo, los varones no se quedan exentos de presentarla y el cuento es un claro ejemplo de ello.
Como incluido con anterioridad, Reich (1933) también sostiene que los pacientes histéricos buscan el acto sexual pero no lo finalizan por miedo a que se cumpla el incesto. Víctor seduce a Doña Elena pero finaliza la historia y no sucede ningún acto, ¿será que también posee deseos sobre su madre?
Siguiendo esta línea, el histérico se coloca en un papel de una víctima insatisfecha. “Buscan y encuentran aquellos puntos en que su semejante es fuerte y abusa de esta fuerza para humillarlo” (Nassio, 1991, p. 11). Víctor se compara y se siente insuficiente. El personaje, al hablar sobre los otros hombres que esposa ve, dice: “dándole a Elena la porción de sentimiento, estímulo, pasión o inteligencia que yo, agotado en mis lí- mites, fuese incapaz de obsequiarle. (Fuentes, 1964, p. 4).
Pérez (2000) sustenta lo anterior comentado que “hay en la vivencia histérica de la seducción un permanente estado de insuficiencia (él histérico nunca es lo bastante listo, lo bastante bello, y su estar en el mundo es una continua apelación a que se la refrende en su imposible seguridad), […] y hay también una vivencia permanente de lo sexual como algo enigmático. De esa forma podríamos resumir la presencia histérica como configurada en torno a una pregunta ¿qué es lo que se me pide que no tengo y que por tanto no puedo dar?” (p. 158). Lo cual pasa claramente con Víctor.
Finalmente, el cuento concluye con la siguiente frase mencionada por él: “Y seguramente mi otra Elena, mi complemento, debe esperar en su cama tibia con los ojos negros y ojerosos muy azorados y la carne blanca y madura y honda y perfumada como la ropa de los bargueños tropicales [Fin del cuento]”. (Fuentes, 1964, p.10). La cual, a mi parecer, resume perfectamente el estado de los tres personajes analizados, que nunca están satisfechos y se han metido en un embrollo que cualquier psicoanalista pagaría por analizar.
REFERENCIAS:
BREUER, J. y FREUD, S. (1893-95). Estudios Sobre la Histeria. Obras Completas, Vol. II. Buenos Aires, Argentina.: Amorrortu Editores. 27-44 y 261-313
FUENTES, C. (1964). Cantar de Ciegos. México: Joaquín Mortiz
INSTITUTO CERVANTES. (s. f.). Biografía española. Carlos Fuentes, escritor mexicano. Biblioteca española. Instituto Cervantes. https://www.cervantes.es/bibliotecas_documentacion_espanol/biografias/praga_carlos_fuentes.htm
NASIO, J. (1991). El dolor de la histeria. Buenos Aires: Paidós
PÉREZ, M. C. (2000). Histeria y seducción: Otra vuelta de tuerca. Archivum: Revista de la Facultad de Filosoǩa y Letras, (50), 149-174.
REICH, W. (1933) Análisis del carácter. Editorial Paidós, España. Capítulo X. Parte I. El carácter histérico.