La gran pausa

El hogar es el punto del que partimos. Vuélvese más extraño el mundo a medida que envejecemos, más complicada la trama de muertos y vivos. No el vívido instante aislado sin después ni antes, sino el arder constante de una vida……en mi fin está mi principio.
T.S. Elliot ‘East Coker ‘Cuatro Cuartetos.

Dra. Olga Santa María Pombo

En este poema de T.S. Elliot se inspira D.W. Winnicott para escribir: El hogar es el punto del que partimos. Todos nos inspiramos de una forma o de otra en alguien, en un fragmento, en una experiencia, en un amor o un desamor, en un duelo, o porque no, hasta en una pandemia. Yo, en lo personal nunca olvidaré el año 2020, nadie olvidará al Covid 19, al que yo prefiero no referirme por su nombre literal, ni tampoco, a “la pandemia” (en griego: todo el pueblo) ni siquiera “a la cuarentena”, para mi es: la gran pausa. Pausa de una vida acostumbrada, al no poder ir a mi consultorio con esa asiduidad y pasión con la que voy desde hace cuarenta años, al mismo lugar, al encuentro con mis pacientes, al espacio sagrado. A lo mejor, tendría que llamarlo ‘cuarentaños,’ en mi espacio privado de trabajo, elegido, buscado y fecundo, que hoy cambió, sin previo aviso, de la noche a la mañana, un 16 de marzo, un giro mundial que me llevó a casa, al hogar de donde partimos y aquí estoy como todos, analistas y pacientes viviendo una pausa, debido a la amenaza invisible y silenciosa de contagio de enfermedad, que vuelve a hacer visible la muerte. A lo mejor ver así las cosas con hiper realismo, es justamente el lado equivocado, si bien, hay que sentir y habitar tal cual el miedo, el duelo por la certeza, la ausencia de vivencias sensoriales, la falta de presencia de los más queridos, de los abrazos y de la piel a piel, sumándole a todo esto, el temor de estarlo compartiendo transferencialmente con nuestros pacientes, hay también lugar para una renovada claridad. El encuadre externo, también cambia, se plasman las sesiones en una pantalla que nos deja ver otras cosas, de parte del paciente, su casa, un principio de realidad que se hace presente, a lo mejor alguien que irrumpe, o pasa rápidamente por detrás del analizando, otros acariciando a su mascota, o sesiones adentro de un vestidor, de su coche, o en un jardín, en la cocina, o más íntimo, adentro de su recamara. Mucho nos dice éste nuevo encuadre, inclusive la vestimenta más informal, a veces un arreglo personal que muestra un relajamiento y nos habla también, de las elecciónes conscientes o inconscientes, hechas por nuestros pacientes para dar continuidad a su proceso analítico. Como analistas, buscamos la pared blanca, o un librero detrás de nosotros, para conservar lo que podamos de neutralidad. Otros optamos por sesiones exclusivamente con audio para preservar el trabajo analítico en ausencia de cara a cara.

Del encuadre interno, permanece el vínculo sin trastocarse, y la regla fundamental analítica de la asociación libre, sin duda se puede continuar el trabajo analítico a distancia. Resalta más que antes de la gran pausa, la noción de que la contratransferencia precede a la transferencia, tal como lo explican A. Green y/o R. Roussillon, porque compartimos temores, ansiedades e incertidumbres. Nos llenamos de interrogantes mutuos: ¿Qué permanece y que ha cambiado? ¿Cuáles son las condiciones psíquicas, económicas y sociales para vivir esta nueva vida? ¿Es vivible la vida desde casa? ¿He sobreestimado mis necesidades? Y ese otro lado, el de esa gran pausa que nos permite la reflexión de quienes somos, de transformaciones necesarias, de no paralizarnos en medio de la pausa, de seguir creciendo, de saber jugar y de crear. Tener una mirada psicoanalítica, metafórica, a la gran pausa, nos puede ayudar a un replanteamiento de nuestro modo de vida. Tenemos dos facetas, el mundo doliente (humano y económico) contrastando con el mundo sonriente y revitalizado (naturaleza, fauna, medio ambiente), un cambio de paradigma que obliga a ver hacia adentro. Como sabiamente lo dijo A. Camus, “la epidemia tiene una acción benéfica que abre los ojos y hace pensar” Paradójicamente, nos lleva a navegar lo desconocido/conocido que tenemos en nuestro espacio del cual partimos todas las mañanas. Lo viejo parecerá nuevo, de alguna manera.

Como psicoanalista tanto de adultos como de niños, considero que lo infantil está permanentemente presente y lo veo en mis pacientes. Toda interpretación, todo aspecto transfero-contratransferencial, recae sobre lo reprimido infantil. La importancia de dejar al niño aburrirse para que surja su capacidad creadora, aplica también para el adulto. Así que dentro de lo traumático de la gran pausa y los aspectos regresivos implicados en un confinamiento no voluntario y si repentino es: el beneficio de no hacer nada como antes para poder crear y volver a vivir creativamente. La paradoja es que crear es hacer, jugar es hacer, el concepto de going on being que nos permite darnos existencia, nos puede favorecer si sabemos pausar y mirar hacia adentro, como bien nos enseñó Winnicottt. Vivir creativamente es pulsión de vida, donde ser antecede a hacer. La imaginación se puede alimentar hasta en los momentos más aburridos de las rutinas, y para esto no se necesita un talento artístico, es la ligadura, es permitirnos disfrutar nuestro mundo privado. Si nos atrapa la compulsión, y la tan fomentada rutina que nos sugieren todos los medios de comunicación, se aniquila la creatividad y cada día será uno tras otro estéril y repetitivo en modo “como sí.” La llamada “fiebre de cabaña” nos puede asechar.

El principio de realidad se impuso y no podemos negociar con él, el mundo externo como lo conocíamos se detuvo, pero el mundo psíquico sigue en movimiento. Los vínculos, la familia, re-descubrir a los otros, a los cercanos que damos por dados, re-conectando con el hogar que volvemos a habitar, con los sueños, las ilusiones, la esperanza y la creación. Privados de la libertad de la realidad cotidiana, pero libres internamente de tomar decisiones, de dar continuidad a nuestro mundo, de saber que queremos seguir viviendo en salud, y sí, la amenaza de ansiedad puede minarnos y la culpa de un disfrute en medio de una tragedia también nos puede acompañar, poderlo aceptar y no pretender sobre adaptarnos es lo deseable.

La depresión y la ansiedad también tienen su valor, ningún psicoanalista en esta gran pausa estamos totalmente libres de sentirlas, si las habitamos, podemos entonces gestionarlas, permitiéndoles a nuestros pacientes habitarlas también, sin temor a enfrentarlas. Las podemos co-construir (concepto de R. Roussillon) dándole un nuevo significado a ese sentir colectivo, que formamos en el espacio del tercero analítico (Ogden) también facilitador y contenedor (Winnicott). Tener la capacidad de deprimirnos y de cuestionarnos y hasta de sentir ansiedad es un logro, es crecimiento también y solo así, podremos sostener el miedo al derrumbe de algunos de nuestros pacientes cuyos síntomas se acentúan, cuyas defensas se desorganizan con mecanismos de escisión, de proyección, paranoides, y hasta de despersonalización. Hay un sentir colectivo al que le podemos dar nuevos significados.

Estamos en una nueva era tecnológica, lo epocal que pertenece a la posmodernidad; que es un modo diferente de experimentar nuestra historia, un modus vivendi que nos requiere como también atravesar por una crisis y entrar en el psicoanálisis contemporáneo sin perdernos de la regla fundamental y de lo inconsciente. El cambio social y tecnológico vertiginoso nos sacudió el andamiaje de la civilización en la que nos apoyamos. Ahora nuestro mundo está regido por la inmediatez, donde lo digital funciona como extensión de nuestra mente y a veces también como un espacio transicional, sobreposición ahora de tres zonas: el mundo interno, el externo y el virtual

El miedo al derrumbe que describió Winnicott puede visitarnos sino giramos hacia lo epocal. Cambiaron los bancos, la educación, la alimentación, los cuerpos, la forma de vestir, los espacios de trabajo, de vivienda, las estructuras familiares, las comunicaciones, el transporte, hasta la religión ha cambiado y pareciera que es para siempre. El hombre también cambió y nos encontramos peligrosamente en la posmodernidad liquida que describe Zygmut Bauman, el nuevo hombre sin vínculos, el que ya no tolera que nada dure, los apegos son efímeros, es un nuevo orden que considera el pasado como defectuoso. Sino hay reflexión ni creatividad, el individuo líquido, seguirá confinado literalmente, sin significado, buscando fútilmente cualquier placer pasajero, nada significa nada, sin capacidad de sorprenderse. Es una encrucijada, estar en la subjetividad de lo epocal, manteniendo una renovada vitalidad y flexibilidad, siempre con el acento en el instinto de vida que nos impulsa hacia la ligadura (N, Marucco) y enfrentándonos a la liquidez de lo contemporáneo. La gran pausa puede impulsarnos hacia delante de conquistar lo epocal sin perdernos en su liquidez. La permanencia del deseo es condición analítica.

Nuestra preciada praxis tendrá que conservarse adaptándose a una renovada escucha a una sociedad de jóvenes cuyas quejas y planteamientos pueden disonarle al analista mayor y a su vez al joven resultarle intrascendente el discurso analítico. Ese discurso con gesto espontáneo anti dogmático, pero profundamente psicoanalítico del que nos habló Winnicott resultaría tantos años después epocal. Lacan 1953 dice muy atinadamente “Que renuncie, pues, a la práctica analítica quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época.” Como dice Rafael E. López Corvo “el psicoanálisis no está interesado en el pasado, está interesado en el pasado que se hace presente a través de la compulsión a la repetición.”

Pausemos, y así respiraremos diferente, con una renovada comprensión, resilientes e impulsados por el deseo y la pasión de seguir analizando. Lo importante es permanecer habiendo hecho propio el cambio que llegó para quedarse.

BIBLIOGRAFIA

– Bauman. Z (2013) Vida Líquida Editorial Paidós, México

– Camus, A. (1957) La Peste Ed. Penguin Random House. México 2020

– López Corvo, R. (2014) Traumatized and non traumatized states of the personality Karnac Books Ltd. London

– Lacan, J. (1953) Lo simbólico, lo imaginario y lo real Conferencia pronunciada en el Anfiteatro del Hospital Psiquiátrico de Sainte-Anne, París, el 8 de Julio de 1953, en ocasión de la primera reunión científica de la recientemente fundada Société Française de Psychanalyse.

– Winnicott. D.W. (1971) Home is where we start from Essays by a Psychoanalyst. Norton & Company. New York, London 1986

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