COMENTARIO SOBRE LE PARLEM DU CAPORAL LORTIE

El 4 de febrero se presentó en la Asociación Psicoanalítica Mexicana el libro Le parlem du caporal Lortie, de Rose-Marie Mariaca Fellmann. El evento, que duró dos horas, fue coordinado por Simone Hazan, quien ofreció una introducción al libro, la cual fue seguida de la conferencia de Mariaca Fellmann, titulada El parlem, lalangue de Lortie. A continuación publicamos una versión
condensada de cada una de estas dos intervenciones.

SIMONE HAZAN

1. De la Nueva Francia a la confederación canadiense

En el siglo XV, empezaron a llegar exploradores y pescadores europeos a la parte oriental de lo que hoy es Canadá, entrando en contacto con los pueblos indígenas que la habitaban. Fue hasta 1542 cuando Jacques Cartier, en nombre del rey de Francia, tomó posesión de localidades situadas a orillas del río San Lorenzo, en particular las que serían las ciudades de Quebec y Montreal, entonces llamadas Stadakoné y Hochelaga.

El territorio de América del Norte conquistado por Francia se llamaría la Nueva Francia y llegó a incluir cinco regiones, que eran Canadá, Acadia, la Bahía de Hudson, Terra Nova y Luisiana. La ciudad de Quebec fue fundada en 1608 y la de Montreal, en 1642 bajo el nombre de Ville-Marie. Mientras tanto se había creado la Compañía de la Nueva Francia, con el monopolio del comercio de pieles en esta región.

Por su parte los ingleses, también llevados por intereses comerciales, ocuparon Acadia y fundaron la compañía de la Bahía de Hudson con el monopolio del negocio de pieles en dicha bahía.

En 1713, el tratado de Utrecht obligó Francia a ceder a Gran Bretaña los territorios de la Bahía de Hudson, Terra Nova y Acadia. Treinta y dos años después, para instalar a granjeros ingleses se ordenó la deportación a Nueva Inglaterra de miles de agricultores acadios, originarios de ciertas regiones francesas desde la que habían emigrado durante el siglo anterior. Poco a poco los franceses fueron perdiendo terreno, hasta que los ingleses les ganaran la ciudad de Quebec en 1759 durante la famosa batalla de los Llanos de Abraham, y Montreal en 1760. En esa época, había 80 mil francófonos en Nueva Francia, mientras que Inglaterra contaba con 2 millones de colonos. Los primeros eran católicos, los segundos protestantes. Los francófonos seguían siendo sujetos del rey de Francia y fueron autorizados a conservar su lengua y su religión.

En 1783, tras revueltas en las colonias inglesas situadas más al sur, Gran Bretaña reconoció la independencia de los Estados Unidos y se quedó con la parte oriental de Canadá, que incluía Quebec y Ontario. A partir de la nueva constitución de 1791, la primera se llamó Bajo Canadá, y la segunda, alto Canadá, cada una con su propia asamblea legislativa. Esta situación política duró menos de medio siglo, a causa del descontento de los canadienses franceses y de una rebelión ocurrida en los años 1837-1838. En 1841, el Acta de Unión creó la confederación canadiense, que en sus inicios
sólo contó con cuatro provincias. Éstas gozaban de ciertos poderes, en particular el de administrar la educación escolar. En Montreal había dos sistemas de escuelas públicas: las católicas, que eran francófonas, y las protestantes, que eran anglófonas.

Desde 1900, se empezaron a elevar voces que reclamaban para la provincia de Quebec y sus habitantes canadienses franceses, un status especial que otorgara más autonomía a dicho pueblo y un reconocimiento de su identidad. La población quebequense, conservadora y muy católica hasta los años 50, era dominada tanto por la iglesia como por la clase inglesa que detenía el poder socioeconómico. A partir de 1960 ocurrió lo que se llamó la Revolución Tranquila, durante la cual el pueblo quebequense reafirmó su identidad y muchos de sus miembros abandonaron la religión, así como la costumbre de procrear muchos hijos.

En 1967, durante una visita oficial a Canadá, el General De Gaulle, entonces presidente de Francia, pasó a Montreal y ante una muchedumbre amasada frente al ayuntamiento, improvisó un discurso apasionado que concluyó con la célebre frase “¡Viva el Quebec libre!” Este gesto imprudente ocasionó un incidente diplomático entre Francia y Canadá y fungió como catalizador para que volvieran a surgir los sentimientos nacionalistas quebequenses.

En 1968 fue fundado el Partido Quebequense, que promovía la separación de la provincia de Quebec del resto de Canadá. En 1974, bajo el gobierno del partido liberal, se votó el controvertido artículo 22 de la ley provincial, que hacía del francés el idioma oficial de Quebec. En 1976, el Partido Quebequense ganó las elecciones, quedando René Lévesque como primer ministro electo de Quebec. Dada la ideología independentista de su partido, dicha elección ocasionó un gran pánico entre la población de lengua inglesa y los inmigrantes. Creyendo que una posible separación de Quebec provocaría un derrumbe económico, muchos se mudaron a la ciudad de Toronto, ubicada en Ontario. En 1977 fue aprobado el artículo 101 de la ley, que hacía del francés el único idioma para la enseñanza escolar y los anuncios comerciales.

A pesar de las deserciones y de la impopularidad de las leyes que apuntaban a proteger la lengua francesa, la provincia de Quebec floreció a partir de la elección del partido quebequense, volviéndose una sociedad moderna y un gran centro académico y cultural, no obstante que la opción independentista fuera rechazada en los dos referendos realizados en Quebec en 1980 y 1995.

2. El cabo Lortie

Denis Lortie nació en 1959 cerca de la ciudad de Quebec, en una familia quebequense católica de ocho hijos entre los que era uno de los menores. El padre, de una violencia extrema y abusador sexual, fue condenado a tres años de cárcel cuando Denis tenía diez años, y nunca regresó a la casa familiar.

A la edad de 17 años, es decir por las fechas en que René Lévesque se volvió primer ministro de Quebec, Lortie se incorporó al ejército canadiense. Se casó, tuvo un hijo en 1980 y una hija en 1983. En 1984 tenía el grado de cabo y estaba asignado a la base militar de Carp, en Ontario, cuando urdió el asesinato de René Lévesque. Según Lortie, el primer ministro de Quebec hacía daño a la lengua francesa al promover el monolingüismo de los Quebequenses y el encierro subsecuente. Hay que destacar que un razonamiento parecido al de Lortie se encuentra en un sketch de 1974 titulado Bill 22 del cómico quebequense Yvon Deschamps. En este monólogo, el humorista lleva al absurdo un razonamiento según el cual la ley 22 obligaría a los anglófonos a aprender el francés, volviéndose bilingües y consiguiendo los mejores empleos, lo cual significaba perpetuar la misma situación de desigualdad.

Antes de cometer su crimen, Lortie grabó tres cassettes con su propia voz e intentó hacerlos llegar a sus destinatarios, que eran su esposa, un animador de radio y el capellán de la base militar. Por diversas razones, ninguno de los cassettes fue escuchado antes del asalto de Lortie al parlamento, lo cual consistió un primer fracaso de su plan, ya que él contaba con que el animador de radio pasara la grabación durante su programa matutino. Más aún, en la mañana del 8 de mayo, cuando Lortie irrumpió en el parlamento de Quebec, disparando con armas a quiénes se le cruzaban, se encontró con que la asamblea nacional no sesionaba hasta la tarde. Desconcertado, Lortie se sentó en el asiento vacío del presidente de asamblea. Más tarde fue convencido por el director de seguridad que lo mejor era rendirse a las autoridades.

3. El libro de Legendre

Pierre Legendre es un académico francés, psicoanalista e historiador del derecho. Su libro El Crimen del Cabo Lortie, publicado en 1989, es el octavo volumen de una serie de nueve titulada Lecciones, dogmática industrial. Como subtítulo, esta Lección VIII lleva el nombre de Tratado sobre el padre. La tesis principal del libro es que el crimen que Denis Lortie se proponía perpetrar, a saber el asesinato del gobierno de Quebec o de su primer ministro, era un parricidio. Como lo señala Enrique Marí, Legendre tiene un interés por “investigar los lazos teóricos que vinculan el derecho y el psicoanálisis”. Por esta razón, el marco de referencia del libro combina un lenguaje jurídico con uno psicoanalítico que es una forma especial del autor de manejar conceptos freudianos y lacanianos, como la ley de prohibición del incesto como consecuencia del asesinato del padre primordial, y el Nombre-Del-Padre, aquí llamado Referencia o Tercero lógico. Legendre se propone estudiar el concepto de asesinato, y en particular el de parricidio, en el contexto de nuestra época post-hitleriana en la que desde su punto de vista, dicha Referencia ha cedido su lugar a un modelo diádico.

Uno de los supuestos del libro respecto al caso que nos ocupa es que Lortie no podía acceder a la paternidad al haber tenido un padre violento y ausente, que Legendre compara con el padre de la horda primordial. Cuando su hijo mayor presentó problemas de lenguaje a la edad de dos años, Lortie se creyó responsable por haber cometido algún acto de violencia contra su hijo, y el menor gesto de impaciencia que él manifestara lo asustaba mucho, pues creía estar actuando como su propio padre. Su intento de parricidio sería a la vez un gesto desesperado por salir de su situación, y un acto de identificación con su padre.

Otra observación de Legendre que justifica su tesis de un desplazamiento de la figura de su padre a otra figura paterna, es que unos días antes del crimen Lortie pidió un permiso a su jefe en el ejército, el cual le fue negado. Durante uno de sus juicios, Lortie contó que presa del enojo que le despertó este rechazo, vio en su jefe la cara de su padre. La tesis de Legendre es compleja e interesante, con muchas observaciones acerca del rol que pueden tener los diversos actores de un tribunal en la subjetivación del individuo que está siendo juzgado. En particular, este autor piensa que para acceder a la subjetividad y entrar en el orden simbólico, Lortie necesitaba ser condenado a la cárcel, como finalmente ocurrió, en vez de ser declarado psicótico y por lo tanto, irresponsable de sus acciones.

4. El libro de Mariaca

Rose-Marie Mariaca Fellmann emprendió la minuciosa tarea de escuchar los tres cassettes grabados por Lortie y de realizar una nueva transcripción de lo que decía allí, respetando las repeticiones y los errores de lenguaje. Mariaca Fellmann piensa que el libro de Legendre no fue realizado a partir de una verdadera escucha de Lortie, y en efecto, por momentos dicho libro da la impresión de querer adaptar la historia de Lortie a una tesis ya hecha, quedándose a cierta distancia del caso vivencial.

Mariaca destaca lo desarticulado del lenguaje de Lortie en estas grabaciones, así como en la declaración que escribió con su puño y letra tras su arresto.

Uno de los lapsus que Mariaca encontró al escuchar los cassettes es la palabra parlem, clave de este libro y presente en su título. Le surgió a Lortie en una frase donde al parecer no tenía planeado pronunciar la palabra parlement, parlamento, y tras decir parlem él mismo reacciona con gran sorpresa. Esta palabra remite al habla, a un lugar en el que las personas hablan. Al escoger por título de su trabajo “El parlem del cabo Lortie”, la autora estaba calcando el título de Legendre, como si mostrara que ella no se enfocaba en el crimen de Lortie sino en su habla.

Mariaca destaca el que no sólo Legendre, que no había tenido acceso a los cassettes, sino también las personas involucradas en los juicios, en particular los psiquiatras, habían hecho oídos sordos a todas las explicaciones dadas por Lortie en sus grabaciones; por ejemplo, en las páginas 71-73 la autora cita el artículo de un periodista que, después del segundo juicio de Lortie, lo tacha de enfermo mental y, apoyándose en la opinión de uno de los psiquiatras llamados como expertos, escribe que “no era René Lévesque que estaba en juego, ni el Partido Quebequense, ni la independencia. El Primer Ministro encarnaba simplemente un figura de autoridad.”

Estas últimas frases son las que Mariaca busca refutar en su libro, arguyendo que el que René Lévesque fuera una figura paterna o de autoridad no basta para explicar por qué Lortie lo eligió precisamente a él como blanco, y no por ejemplo al primer ministro Pierre Trudeau, que promovía el bilingüismo en todo Canadá. Al escuchar la voz y las frases de Lortie como las de un sujeto sin importar que estuviera psicótico, la autora logra una brillante reconstrucción que muestra, desde el análisis de las formaciones inconscientes, el sentido que tenía la acción de Lortie y la forma como la idea de matar a René Lévesque se fue plasmando en su mente. Es interesante notar que este libro también utiliza datos genéticos para analizar el caso, como el hecho de que el padre de Denis reprimiera mucho a sus hijos; pero el uso de dichos datos es más específico que el de Legendre, por ejemplo Mariaca nota que el Sr. Lortie solía prohibir a sus hijos el llanto ante cualquier dolor, así como hablar en presencia de él. Esto nos remite una vez más a uso de laspalabras y explica las dificultades que tenía Lortie para usar la lengua.

A modo de conclusión y para establecer un símil, imaginemos que los sucesos que rodean los acontecimientos de mayo de 1984 sean el sueño de algún paciente: entonces podemos decir que la interpretación de Legendre se basa en el relato manifiesto del sueño, en las condensaciones usadas en su formación y en la historia del paciente; en otros términos, su interpretación es de tipo genético y metafórico. En cambio, la interpretación de Mariaca Fellmann está fundamentada en las asociaciones del paciente incluyendo sus lapsus, las cuales permiten rastrear la cadena de desplazamientos que dio lugar a la formación del sueño. Es el tipo de interpretación que nos hace clic y nos fascina porque llega directamente al inconsciente.

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